
En el año 2000, para informarse de lo último de Zapote o cuesta de Moras, la mayoría de los costarricenses tenían como única opción leer un periódico o sentarse a esperar un noticiero de la radio o la televisión.
Esto obligaba a convivir diariamente con puntos de vista distintos, pero al compartirse fuentes de información entre las personas, era más fácil construir consensos sobre lo importante para el país.
Una figura pública o una idea podía incomodarle, pero era difícil abstraerse; terminaría viéndola, escuchándola o leyéndola en su medio elegido, en un contexto que procuraba ser neutro.
Todo cambió con los avances en las comunicaciones y el surgimiento de las redes sociales. La comunidad inmediata pasó a segundo plano frente a la virtual, y con ello cambiaron las prioridades.
Si un tema le agrada, el algoritmo detrás de la aplicación se encargará de mostrárselo una y otra vez, reforzando sus creencias. En caso de que algo no le guste, basta un clic para desparecerlo. Lo que el vecino piense ya no importa, salvo que aparezca en su feed.
Esta dinámica ha sido aprovechada por ciertos actores políticos, quienes en tiempos recientes han encontrado beneficio electoral explotando prejuicios y culpando de los males nacionales a cualquiera que piense distinto que ellos y su agenda.
Los “otros” dejan de ser personas y se convierten en enemigos. Esto convierte las elecciones en juegos de suma cero, en los que gana el candidato con menos escrúpulos y más habilidad para manipular la indignación.
Como advierte Byung-Chul Han, en la era digital la atención vale más que la verdad. Así, los temas que afectan a la mayoría quedan desplazados por los que generan división pero atraen clics.
No es la primera vez que algo así ocurre. Hace 100 años, el avance tecnológico facilitó la expansión de ideas populistas y autoritarias en todo el mundo.
Es bueno recordar que, antes de los memes islamofóbicos, hubo caricaturas antisemitas que, gracias a los avances de impresión y el surgimiento de la aviación, pudieron llegar más lejos e influenciar a más personas.
Hoy, entre personas entretenidas en sus burbujas y campañas dominadas por la superficialidad, ¿sorprende la apatía que señalan las encuestas?
Ser ciudadano implica compromiso. En estas elecciones, un buen comienzo es desconectarse de tanta pantalla y volver a hacer comunidad. Porque en esta votación no están en disputa solo candidatos: se está votando la democracia misma.
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Sebastián Casas Zúñiga es abogado y máster en Derecho por la London School of Economics. Tiene una maestría en Finanzas por la Universidad de Cambridge.