Vamos a decir primero lo primero: creo que la Navidad debe medirse por la cantidad de besos y abrazos que demos y recibamos, no por la cantidad de regalos que terminemos comprando y entregando. Sin embargo, el sistema económico insostenible nos ha metido en la cabeza que en esta época hay que regalar algo material para demostrar afecto. Lo que sea. Cualquier chunche que podamos pagar o endeudarnos para costear, con garroteada de intereses incluida, sea con la tarjeta de crédito o en el almacén que con cómodos abonos de polaco nos saca tres veces lo que vale.
Hoy asistimos a tiendas y almacenes abarrotados de chucherías y de gente comprándolas. Toneladas y toneladas de plástico desechable, metales, baterías, aparatos electrónicos de todo rango y valor entran hoy al ambiente. Por si fuera poco, todo debe ir envuelto en papel de regalo, con cintas y moñitos que en su inmensa mayoría no son biodegradables.
Terminado el frenesí consumista, la mañana de Navidad todo está para desecho. Papel imposible de reciclar, moñitos, bolsas plásticas, las cajas de plástico donde se empacan los juguetes y un inmenso etcétera, que terminarán, si nos va bien, en los basureros, y si no, en nuestros ríos y mares.
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Responsabilidad. La carga ambiental de la Navidad de consumo es muy fuerte. Hace unos días en La Nación se publicó una nota donde se señalaba que uno de los principales contaminantes de nuestros mantos acuíferos son los metales pesados provenientes de los desechos electrónicos.
Además de adquirir conciencia del impacto ambiental de nuestras decisiones de consumo, debe aplicarse sin más tardanza la política hacia basura cero, es decir, todos los productos en el mercado deben ser biodegradables o poder ser reciclados o reutilizados.
Debe extenderse la responsabilidad del productor más allá de la colocación de sus productos en los comercios. Si alguien quiere lucrar con un artículo contaminante, debe garantizarle a la sociedad que asumirá los costos y la responsabilidad de retirarlos adecuadamente para que no contaminen.
Solo así lograremos una Navidad en armonía con la naturaleza, con el vecino y con nosotros mismos. ¡Felices fiestas!
El autor es diputado por el Frente Amplio.