En nuestros océanos existen las denominadas “zonas muertas”, que son áreas con niveles de oxígeno excesivamente bajo o nulo, cuya presencia se da de manera perenne o estacional. La hipoxia, o ausencia de oxígeno, afecta gravemente la vida acuática, sobre todo en el lecho marino y en las zonas más profundas.
Las primeras “zonas muertas” fueron descubiertas por científicos en la década de 1970, localizadas en la bahía de Chesapeake, en Maryland; el estrecho Kattegat, de Escandinavia; la boca del mar Báltico, el mar Negro y al norte del Adriático.
Posteriormente, otro estudio del año 2008 ubicó más de 400 “zonas muertas” alrededor de todo el planeta, localizadas en América, China, Japón y Australia, entre otros lugares.
A nivel mundial, la “zona muerta” que presenta las peores condiciones es una franja de 8.500 millas cuadradas ubicada en el golfo de México, cercana a la desembocadura del río Misisipi.
Estos fenómenos se generan en forma natural y la mayoría por acciones antropogénicas, como descarga de desechos fecales y de actividades agrícolas e industriales, complementada por otros factores que agotan el oxígeno necesario para sostener la vida en las profundidades.
El incremento de nutrientes químicos en el agua, principalmente nitrógeno y fósforo, provocan el proceso denominado “eutrofización” (producto de la escorrentía agrícola rica en fertilizantes), que estimula el crecimiento desenfrenado de algas; este mismo proceso puede presentarse también en lagos de agua dulce y salada.
Dichosamente, este fenómeno es reversible, siempre y cuando sus causas sean mitigadas o eliminadas; un ejemplo relativamente reciente es la desaparición –en 1990, después de la caída de la Unión Soviética–, de una enorme “zona muerta” en el mar Negro, que generó un importante aumento en el precio de los fertilizantes químicos en toda la región. Aunque esta situación fue involuntaria, los científicos, los políticos y los responsables de las Naciones Unidas aprendieron la lección, y han estado presionando para reducir las emisiones industriales en todo el mundo.
Por otro lado, conociendo que el 80% de la contaminación de los océanos es causada por fuentes terrestres, los esfuerzos globales y locales se deben enfocar en la reducción de los desechos antropogénicos a nivel de los hogares, industrias, comercios, hospitales y otros. Esto disminuirá la contaminación de las aguas superficiales, que, más temprano que tarde, llegarían a generar las “zonas muertas” en los océanos.
Por último y en concordancia con los “Objetivos de Desarrollo Sostenibles”, en Costa Rica recomendamos, con humildad, aplicar las actuales 18 categorías del Programa Bandera Azul Ecológica, para atender en forma integral el cambio de cultura necesario con el fin de proteger nuestros recursos hídricos y contribuir así a la protección de los océanos a nivel global.
Darner A. Mora es salubrista público.
