Somos muchos los costarricenses que hoy nos sentimos presos de un sistema bancario que, lejos de servirnos, se sirve de nosotros. Un sistema frío, distante, que nos trata como números y no como personas.
Por años, vi cómo el Banco Nacional le cobraba a mi madre —una adulta mayor— por retirar su propio dinero de la cuenta de ahorros, simplemente porque no usaba medios digitales. ¿Qué clase de lógica es esa? Cobran por usar el cajero, cobran por transferir, ¡pronto cobrarán incluso por preguntar!
Y cuando finalmente creímos que habría una entidad para respaldarnos –la Defensoría del Consumidor Financiero– descubrimos que no puede ayudarnos si la entidad en cuestión no está adscrita. ¿Y adivinen qué? El Banco Nacional, la institución que debería dar el ejemplo, no lo está. Nos vendieron humo con la promesa de la “autorregulación”, mientras miles de costarricenses pierden sus ahorros de toda la vida sin que nadie les responda.
Luego viene el verdadero calvario: presentar un reclamo por fraude en la tarjeta de crédito. La ley dice que el banco tiene 60 días para resolver. Pero cuando uno exige una respuesta en ese plazo, contestan con un simple: “Usted firmó un formulario que dice que son 120 días”. ¿Cómo es posible? ¿Desde cuándo un formulario está por encima de la ley?
Y pasan esos 120 días. Y seguimos esperando. “El trámite sigue en estudio”, dicen. “Le pedimos disculpas, ya se lo pasamos a la analista para que responda lo antes posible”. Y seguimos esperando...
Mientras tanto, uno ha pagado de su bolsillo, por adelantado, una tarjeta que no usó, que jamás salió de sus manos. Porque uno es honesto. Porque uno cree en el sistema. Y ese mismo sistema, una y otra vez, le da la espalda.
¿Y qué hacemos? ¿Demandamos? ¿Para qué? Si ya sabemos que los juzgados también están colapsados, lentos, inalcanzables para el ciudadano de a pie. Entonces nos dedicamos a sobrevivir. A mover nuestro dinerito de un banco a otro, como quien esquiva trampas en un campo minado, buscando a ver si algún ejecutivo, alguna institución, es “menos peor” que la anterior.
¡Triste! ¡Muy triste! ¡Ese es el Banco Nacional: “Juntos somos progreso!”.
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