
Gracias, Dios, por este año.
Gracias porque el pan y los peces fueron multiplicados en nuestra mesa.
Cuando se había acabado el vino y la angustia nos tomaba como rehenes, nos diste de sorpresa el mejor vino que jamás hemos probado.
Gracias porque, después de una oración llena de silencios y lágrimas, tocaste mis ojos con tus manos y me diste el regalo de ver lo que no había visto.
Gracias porque una sola palabra tuya bastó para sanar partes de mi corazón infartado; aun cuando soy indigna de que entrés en mi caos, pronunciaste con ternura y autoridad lo que me sanó.
Gracias porque sueños que ya casi iban a ser enterrados solo estaban dormidos, tal cual lo dijiste… y resucitaron para alimentarse y crecer.
Gracias porque la lepra de la culpa se fue, y juré que cuando eso sucediera, volvería para agradecerte. Lo hice, caí de rodillas ante vos y me abrazaste fuerte, extrañando la gratitud de otros. Pero, ¿es que sabés algo? Pienso que ninguno de ellos necesitaba, con tanta urgencia como yo, tu perdón.
Gracias porque sos. Porque, aun cuando no te sienta, te sé. Y saberte me cambia el día e ilumina mi noche.
Gracias porque me vas a buscar y, al encontrarme, me encuentro a mí misma, perdida y hallada entre pensamientos y calles llenas de decisiones.
Gracias por tanto amor; porque huele a nueva tu misericordia cada mañana. Porque sos tierra mojada para mis pies resecos.
Gracias porque solo pegada, asida a vos, doy fruto. De otra manera, sería imposible.
Gracias por ser Dios y ni un solo día falta tu presencia en mi vida ni renunciás a darme tu amor.
Gracias por todo, mi Señor.
lcastro@lizethcastro.tv
Lizeth Castro Castillo es periodista.