En estos tiempos impactados por el ritmo febril de la premura, difícil cosa es reunirse con amigos para compartir una humeante taza de café o el espíritu reverencial de una copa de vino, en tanto se teje la charla.
Por doquier vemos una riada humana, siempre a paso vivo; en las colas, impaciencia de gestos y bocas calladas; en los festejos de ocasión, la tiranía estruendosa de los parlantes o el abuso de los grupos musicales a todo volumen. Ellos impiden toda comunicación oral y toda conversación.
Por eso merecen el elogio aquellos que son capaces de reunirse periódicamente a conversar, intercambiar ideas, discutir, analizar el acontecer político de aquí y de allá y ¡rara avis! comentar sobre libros y los deslumbrantes avances de la ciencia.
Y eso es lo que hacemos los que formamos parte de una tertulia mantenida durante varias décadas. Sus raíces se hunden en la extinta soda Palace, lugar obligado de exiliados políticos, periodistas, conspiradores, artistas y una fiel presencia de habituales. Negocios, amistades, risas, protestas, dejaron un rico acervo de anécdotas y la memoria de coloridos personajes.
Al cerrar sus puertas aquel santuario, quedamos como huérfanos sin hogar los tertulianos, pero el espíritu sobrevivió. Comenzó la peregrinación en busca de alero propicio: el mamma mía de la avenida primera; tanteos en el Burger King de la avenida segunda… hasta que abrió sus puertas el café del Correo, el más bello edificio de San José.
Allí estuvimos varios años atendidos por empleadas amables que fueron nuestra familia. Por entuertos legales cerraron el café, ante la indiferencia de Turismo y la Municipalidad, que debieran defender la existencia de un punto que se había convertido en un ícono. ¿Adónde ir con nuestros afanes? Un tiempo en el Wendy’s de la avenida central hasta que una mano amiga nos abrió espacio en el Café del Club Unión. Allí estamos, con ocasionales visitas al segundo piso de El Tostador, en el antiguo local de radio Monumental.
¡La tertulia se ha mantenido! El rigor de los años nos ha arrebatado a muchos del grupo, pero llegaron nuevos a cubrir las bajas: ticos, cubanos, argentinos, colombianos, israelíes, peruanos, españoles, norteamericanos; tantas nacionalidades. Ellos imprimen su sello de confraternidad a la peña.
A nuestra mesa han llegado empresarios, ministros, periodistas, escritores y hasta el expresidente de la República Dr. Abel Pacheco, quien resistió el aluvión de nuestras preguntas. Y un buen día, también nos visitó el secretario general del Partido Liberación Nacional, hoy presidente de la República, Luis Guillermo Solís… Y tantos otros…
La diversidad ideológica y de opiniones nunca ha quebrado la tolerancia del grupo, y gracias a Dios seguimos, martes, jueves y sábados, sentando cátedra de confraternidad y libertad, junto con el sabroso café, dejando constancia de la perpetuación de una costumbre y de una pasión: hablarnos los unos a los otros, con la supremacía de la palabra, vía de entendimiento civilizado, cosa harto difícil en medio del vértigo de la vida actual y del clamor roñoso del ambiente, que seguiremos desafiando en tanto el Supremo nos lo permita.
(*) El autor es periodista.