Entre los intelectuales más destacados mundialmente en materia biológica, líder prominente en el estudio de la biodiversidad y de la evolución de las sociedades, así como un caballero a cabalidad, el Dr. Edward O. Wilson ha ocupado un lugar preferencial en el mundo científico desde hace más de medio siglo.
Este distinguido biólogo y académico de la Universidad de Harvard falleció la Navidad pasada, a los 92 años de edad. Algunos lo consideran un heredero legítimo de Darwin, por sus valiosos hallazgos sobre la biología de las hormigas (apodado Ant Man), la biogeografía de las islas y las sociedades animales y humanas.
Fue un divulgador excepcional, con una obra escrita magistral de más de 30 libros, casi 500 publicaciones científicas y muchos documentales. Miembro desde joven de la Academia Nacional de Ciencias de EE. UU., fue objeto de numerosos reconocimientos científicos y literarios del mayor nivel.
En sus primeras investigaciones sobre la diversidad de las hormigas en islas oceánicas, descubrió, junto con el matemático Robert MacArthur, que el tamaño de las islas determina el número de especies diferentes y que esta relación se puede elucidar utilizando funciones matemáticas que predicen la biodiversidad en islas no estudiadas (The theory of island biogeography, 1967).
Thomas Lovejoy y otros ecólogos verificaron que los fragmentos de bosques del Amazonas también se comportan como islas. Algunas especies solo sobreviven en “islas” grandes, y se reduce drásticamente la biodiversidad en las pequeñas. Información fundamental para la conservación.
En su libro de 1975 Sociobiología, la nueva síntesis, Wilson aplica la teoría evolutiva de las sociedades de insectos a la sociedad humana, lo que originó una gran controversia entre diversos sectores académicos.
Algunos consideraron que era una teoría reduccionista, que convertía a los seres humanos en autómatas definidos por los genes, sin libre albedrío, movidos por impulsos biológicos ancestrales.
La Dra. Mary-Jane West-Eberhard, colaboradora de Wilson durante su posgrado en Harvard, considera que: “De sus características sobresalientes, destacaba su modo de ser positivo, culto, siempre cortés y correcto. No le gustaban las confrontaciones interpersonales. Por eso, fue irónico que le tocara responder a ataques muy fuertes y hasta venenosos por sus conclusiones sobre la evolución humana en su libro de sociobiología. Los ataques fueron políticamente motivados y a pesar de todo siempre se mantuvo respetuoso hacia los demás, con la convicción de que en la ciencia puede haber controversias fuertes, pero que no deben incluir sesgos políticos ni ataques personales”.
De este debate surgió la sociobiología, disciplina que reúne a biólogos, sociólogos y otros profesionales en las humanidades y preparó el terreno para su libro Sobre la naturaleza humana (1978), en que aborda abiertamente la evolución de las sociedades humanas con base en conceptos sociobiológicos.
Wilson argumenta que el impacto de la selección en la organización social se puede observar en procesos como la generosidad, la solidaridad, el sacrificio, la fe y el sexo motivado por placer; algunos de ellos confirmados en estudios posteriores. El libro ganó el Premio Pulitzer.
Wilson se enfrascó en otro debate académico con su planteamiento sobre “selección por parentesco” (kin selection), en el que enfrentó sólidas evidencias en su contra.
“En una conferencia que presencié, presentó su posición frente a un público académico bastante escéptico. Terminó de una manera que ilustra muy bien su maravilloso sentido del humor, reconociendo el escepticismo hasta de sus amigos (como yo). Dijo: ‘Ahora voy a decir algo que es muy difícil para un profesor de Harvard’ (pausa): ¡Puedo estar equivocado!”, cuenta West-Eberhard.
Hace muchos años, Wilson planteó la hipótesis de la “biofilia”, la identificación innata del humano con la naturaleza, ya que buscamos formas de conectarnos con ella, como admirar su belleza en los paisajes y en sus criaturas (Biophilia, 1984).
Recientemente, lideró la creación de una base de datos, The Web of Life, sobre todas las especies conocidas del planeta. Pionero en la lucha por conservar la biodiversidad, en uno de sus últimos libros, Half Earth (2016), propone que por lo menos la mitad de la superficie terrestre debería protegerse para salvar la biodiversidad existente del impacto del cambio climático y la profunda alteración de los ecosistemas terrestres y marinos. Es compartir la mitad de la tierra para salvar a toda la humanidad, afirmaba.
Wilson visitó nuestro país muchas veces, la última en el 2007, para celebrar el cincuentenario de la Escuela de Biología de la Universidad de Costa Rica. Colaboró durante muchos años con la Organización de Estudios Tropicales estudiando las hormigas en la Estación Biológica La Selva, en Sarapiquí. ¡Sin duda, una mente prodigiosa que se ha ido y deja una huella profunda y una estela de luz a su paso!
Los autores son científicos.