El recurso más gastado para apresurar un final feliz en las películas de acción y superhéroes es el Deus ex machina: una solución inesperada que fulmina a los malhechores, cierra el portal intergaláctico o revive al protagonista en el último segundo.
Este giro funciona en la fantasía, pero en tramas más realistas y cotidianas, resulta hasta burdo. Deja un sinsabor en la audiencia porque carece de asidero en la realidad.
Sin embargo, en la historia más real de todas—donde el desempleo, la educación deficiente y las citas médicas a cinco años son problemas diarios—todavía se espera que la solución venga de un solo hombre, bajo una única bandera política, condensada en un refrán incisivo y la emotiva promesa de un mejor mañana.
A las puertas de una elección, esta reflexión no busca desmotivar el voto, sino reafirmar la importancia de que este sea más razonado que nunca y esté acompañado de un compromiso político que trascienda las urnas. Enfrentamos múltiples crisis cuyo arraigo y consecuencias se profundizan con la inacción y la pobreza de estrategias.
Los crecientes y complejos desafíos en seguridad, educación, salud, corrupción y costo de vida, probaron ser más que solo broncas para un comensal que hoy ayuna. Para estos, no ha habido hasta ahora rutas claras o eficaces, ni líder hábil que las trace.
En vez de esperar un mesías que no vendrá, debemos transformar los ideales de una Costa Rica próspera y solidaria en proyectos nacionales que logren convocar a personas y movimientos con distintos trasfondos, experiencias y conocimientos a colaborar en su realización.
Esfuerzos colectivos
Hemos superado grandes retos gracias a visiones de largo plazo, planificación basada en evidencia y la construcción de soluciones integrales. Lo hemos hecho con actores que ven los marcos legales e institucionales como herramientas por fortalecer, no como obstáculos por eliminar.
Desde los años 90, Costa Rica revirtió décadas de deforestación gracias al trabajo de ambientalistas y conservacionistas de la sociedad civil organizada, universidades, el Estado y la empresa privada socialmente responsable. Estrategias como el sistema de áreas protegidas, iniciativas de reforestación, el pago por servicios ambientales y el auge del ecoturismo consolidaron un modelo sostenible que posicionó al país como líder ambiental.
A inicios del siglo XXI, el embarazo adolescente alcanzaba el 20% de los nacimientos, pero programas educativos, normativas y estrategias regionales redujeron esa cifra a la mitad con un enfoque integral y colaborativo en todos los niveles.
Paralelamente, la Política Integral y Sostenible de Seguridad Ciudadana y Promoción de la Paz Social (Polsepaz), creada e implementada con el apoyo de múltiples sectores, logró reducir la delincuencia y robustecer la seguridad social mediante la prevención, el control y la reparación.
Estos son solo tres ejemplos de lo que Costa Rica ha logrado cuando asumimos, como colectividad, la responsabilidad de corregir el rumbo del país.
Para superar estos retos, participaron organizaciones y movimientos civiles, empresas, partidos políticos, organismos internacionales, grupos religiosos, académicos, artistas, oficinas de gobierno: ante todo, ciudadanos comprometidos. Con ideas contrastantes, quizá; pero con disposición a construir en conjunto.

El fracaso del personalismo
Poco se ha conseguido recientemente con figuras “heroicas” elevadas mediante narrativas mediáticas al estatus de salvadores infalibles. El respaldo popular no sustituye la capacidad de organizar, dialogar y liderar, ni se traduce automáticamente en resultados positivos.
El populismo reaccionario y revanchista es un cimiento débil para las reformas que el país necesita. Las políticas que hicieron de Costa Rica una sociedad educada, productiva y con bienestar pusieron a la ciudadanía, y no a intereses políticos y personales, en el centro.
No estamos en tiempos de caudillos y villanos. La complejidad de nuestros problemas supera lo que una persona o un partido pueden resolver solos, menos aún si optan por polarizar, por desafiar con desdén el ordenamiento jurídico y por antagonizar y quemar puentes con otros actores políticos y sociales.
Quiénes, si no nosotros
Una vez más: que este desengaño no debilite la esperanza con miras a las elecciones. Al contrario, reconocer que no vendrá un mesías nos empodera para definir qué tipo de liderazgos necesitamos.
Hoy sabemos que no basta con que sean figuras televisivas con discursos reaccionarios. Merecemos liderazgos facilitadores de procesos colaborativos, políticas públicas y estrategias integrales que, en el corto, mediano y largo plazo, fortalezcan nuestro tejido social y nuestro potencial de vivir con bienestar.
Las soluciones a la crisis educativa, la sostenibilidad del sistema de salud y seguridad social, el narcotráfico y el alto costo de vida no surgirán de planes diseñados por unos pocos desde la comodidad de sus oficinas. Menos aún por quienes parecen más preocupados por su imagen en medios y redes sociales que por el progreso del país.
Las transformaciones reales se construirán en y con las comunidades, con perspectivas sectoriales diversas y dispuestas al diálogo y la negociación, fortaleciendo nuestro contrato social y preservando su esencia.
Costa Rica sigue buscando a sus grandes estadistas del siglo XXI, pero estos no serán superhéroes ni traerán soluciones mágicas. Debemos, más bien, exigir que sean concertadores eficaces de procesos de transformación donde todas las personas comprometidas con el desarrollo del país tengan cabida, y donde la mezquindad, los egos y la desidia no encuentren espacio.
No se trata solo de quién gobierna, sino de cómo nos organizamos para construir soluciones reales. La pregunta no es quién salvará a Costa Rica, sino cómo la salvamos nosotros mismos. Tomemos esa responsabilidad con determinación.
jassonmc@gmail.com
Jasson Muir Clarke es periodista y relacionista público.