
Hay épocas del año que no deberían medirse en gastos, sino en gestos, en significado.
Hay fechas que no exigen adornos, sino presencia. Y hay temporadas, como la Navidad, que no fueron diseñadas para llenar vitrinas, sino para vaciar el alma de ruido y volver a habitarla con lo esencial.
Durante años, hemos confundido la Navidad con una carrera. Corremos para comprar. Corremos para cumplir. Corremos para no decepcionar. Corremos… sin preguntarnos qué estamos perdiendo mientras lo hacemos. Y lo que perdemos, casi siempre, es lo que más importa.
La prisa tiene un modo particular de erosionar lo humano: roba silenciosamente lo que ninguna tienda puede vender. Nos quita presencia, escucha, ternura, mirada, espacio.
Cuando la prisa gana, la Navidad pierde su sentido. Porque Navidad no es una tradición externa. Navidad es un movimiento interno. Un llamado suave, casi imperceptible, a volver a nosotros mismos. A volver a ver a los demás. A recordar lo que realmente nos sostiene.
Vivimos rodeados de estímulos que nos prometen felicidad en cajas envueltas: “Si comprás, pertenecés”. Pero la abundancia humana no funciona así. La abundancia real no se envuelve. No se paga. No se exhibe. Se vive. Es un abrazo dado sin prisa. Un mensaje honesto enviado a la persona correcta. Una conversación pendiente que finalmente se abre. La presencia emocional que llega sin adornos, pero con intención.
No se trata de gastar, sino de transformar. No se trata de la vitrina, sino del vínculo.
Los regalos materiales pueden crear un instante. Pero la presencia humana crea un impacto. Nadie recordará muchos años esos regalos, pero sí como los hiciste sentir. Y ese impacto –el que dejamos en la vida de otros– es el verdadero legado de diciembre.
Si algo revela la Navidad, no es cuánto compramos, sino cuánto sentimos. Cuánto damos sin esperar nada. Cuánto escuchamos sin interrumpir. Cuánto vemos a las personas más allá de sus roles y obligaciones.
Porque la gente no quiere cosas. Quiere sentirse vista. Quiere sentirse valorada. Quiere sentirse importante para alguien. Ese es el regalo que no falla, que no se rompe, el que el dinero no puede comprar.
Cada año, en medio de la prisa, diciembre nos susurra algo que preferimos ignorar: ¿qué sentiría tu familia, allegados y amigos si no estuvieras? Y esta pregunta no habla de ausencia, sino de impacto, de legado emocional.
Así, Navidad es una oportunidad para preguntarnos: ¿A quién dejé de mirar por estar tan ocupado/a? ¿A quién di por sentado este año? ¿Qué relación necesita más de mí antes de que el año termine?
Más que luces y adornos, la Navidad es un ejercicio de memoria colectiva. Nos recuerda que somos comunidad incluso en un mundo hiperconectado pero emocionalmente aislado. Nos recuerda que lo importante está en peligro de olvido constante.

El mundo moderno nos invita a priorizar lo que aparenta valor; la Navidad nos invita a recordar lo que es valioso.
Este año, antes de envolver muchos regalos, démosle espacio a esta reflexión: ¿Estoy dando desde la prisa o desde la conciencia? ¿Desde la obligación o desde el afecto? ¿Desde la apariencia o desde el alma?
La Navidad auténtica se celebra hacia dentro. Se celebra en la pausa que nos permitimos para sentir. En la presencia que decidimos entregar. En la humanidad que elegimos ejercer.
Quizá no necesitamos más luces, pero sí más conexión y más gratitud transformada en acción.
Cada quien debe decidir qué Navidad va a vivir este año. Y esa decisión puede cambiarlo todo.
Allan Rivera Benavides es un profesional costarricense con más de 30 años de experiencia en el ámbito comercial, especializado en ventas, negociación y liderazgo. Ingeniero en Sistemas graduado de Ulacit, cuenta con certificaciones internacionales en coaching estratégico y negocios, además de una formación continua en áreas como crecimiento personal, talento humano y habilidades blandas. A lo largo de su trayectoria, ha liderado proyectos de alto nivel en colaboración con empresas nacionales e internacionales. Su enfoque humanista y ético lo ha llevado a impartir charlas motivacionales y capacitaciones en ventas y negociación a empresas en Centroamérica y el Caribe.
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Allan Rivera Benavides tiene más de 30 años de experiencia en ventas, negociación, liderazgo, coaching y talento humano. Es ingeniero en Sistemas, fundador de AR Consultorías y Asesorías y director de ARCA Costa Rica.