La labor del auditor interno en el sector público costarricense es, sin lugar a dudas, una de las más desafiantes y, a menudo, ingratas. En el corazón de su misión se encuentra la lucha frontal contra la corrupción, la supervisión rigurosa del uso de los fondos públicos y la salvaguarda de la integridad institucional.
Sin embargo, esta tarea vital se ve constantemente amenazada por una serie de obstáculos que buscan menoscabar su autoridad y silenciar su voz.
Los auditores internos son los ojos y oídos de la ciudadanía dentro de las entidades públicas. Su trabajo implica no solo la revisión exhaustiva de procesos y el cumplimiento normativo, sino también la atención y seguimiento de denuncias de toda índole. Estas van desde irregularidades administrativas menores hasta serios actos de corrupción. Tal labor los enfrenta directamente con funcionarios de todos los niveles, incluyendo aquellos con posiciones de poder, lo que añade una capa de complejidad y, a menudo, de riesgo personal.
El compromiso con la transparencia y la rendición de cuentas es una obligación ineludible para el auditor interno. No obstante, esta dedicación a la verdad y la justicia se ve frecuentemente opacada por cuestionamientos anónimos y ataques velados.
Dichas tácticas, diseñadas para deslegitimar y desviar la atención, buscan sembrar la duda sobre la integridad de quienes realizan auditorías y, en última instancia, silenciar su labor. La ironía es palpable: aquellos que denuncian la corrupción son, a menudo, los mismos que se convierten en blanco de difamación y presiones.
La valentía del auditor interno no solo radica en identificar y señalar las irregularidades, sino en mantener la firmeza frente a la adversidad. Su independencia y objetividad son pilares fundamentales, pero estos principios se ven constantemente puestos a prueba. La capacidad de operar sin temor a represalias es crucial para que puedan cumplir con su mandato de fiscalización, en beneficio de todos los costarricenses.
En un país que anhela fortalecer sus instituciones y erradicar la corrupción, es imperativo reconocer y proteger la invaluable labor de los auditores internos. Su trabajo no es una opción, es una necesidad para garantizar la probidad en la gestión pública y la confianza ciudadana. Apoyar su independencia y salvaguardar su reputación es un paso fundamental para que Costa Rica pueda avanzar en su compromiso con la transparencia y la buena gobernanza.
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Guillermo Calderón Torres es auditor interno.
