Son las 6:45 a. m. en la General Cañas. Waze dice que faltan 23 minutos, pero todos sabemos que serán 50. El chofer de bus pelea por meterse al carril, un motociclista zigzaguea entre carros y uno se pregunta: ¿dónde quedó el famoso “pura vida”?
Hace poco, la actriz Ana Karina Manco lo resumió crudamente: “Aquí todo el mundo te tira el carro, los camiones te quieren matar; es el país más agresivo que hay manejando”. Sus palabras encendieron la indignación de muchos, pero también nos pusieron frente a un espejo incómodo: el caos vial en Costa Rica ya no es un simple fastidio. Es una emergencia que desgasta nuestra salud, nuestra economía y nuestra calidad de vida.
La movilidad es una fuerza fundamental que moldea las ciudades y tiene un impacto desmedido en la resiliencia, la salud y la experiencia humana. A través de la investigación y un enfoque de diseño que priorice a las personas, podemos aprovechar el transporte para mejorar vidas.
No hay nada más transformador que un buen sistema de transporte público en las ciudades. Una ciudad que funciona bien no es aquella donde todos tienen carro, sino aquella donde no hace falta tenerlo.
El tren eléctrico de pasajeros no es un lujo; es la columna vertebral de esa ciudad soñada. Puede sonar abstracto, pero basta mirar lo que ha pasado en otros lugares:
- Medellín pasó de ser un caos urbano a un ejemplo mundial con su metro y metrocables, símbolos de orgullo y cohesión social.
- Curitiba diseñó un sistema de buses rápidos que cambió para siempre la forma de moverse y que hoy inspira proyectos en todo el planeta.
- París y Madrid muestran cómo trenes eléctricos, metros y tranvías pueden hacer que moverse sin carro sea la opción más lógica y cómoda.
Se habla mucho del subsidio que el tren requiere, pero esa discusión suele olvidar lo esencial: los beneficios superan con creces los costos.
- Tiempo recuperado: horas que hoy se pierden en presas pueden ser tiempo en familia, estudio o productividad.
- Salud pública: menos humo en nuestros pulmones y menos estrés acumulado.
- Competitividad: personas trabajadoras y estudiantes que llegan a tiempo, sin agotarse antes de empezar. Además, empresas internacionales que querrán seguir viniendo al país.
- Orgullo nacional: un país que apuesta por energías limpias y un transporte digno.
- Aprovechamiento de la matriz eléctrica proveniente de fuentes renovables versus uso de vehículos de combustibles fósiles que, además, debemos de importar de otras latitudes.
Además, el tren puede construirse por etapas e integrarse con buses, ciclovías y hasta tren de carga que aporte sostenibilidad financiera.
Hablar del tren eléctrico es hablar del país que queremos. Hoy nos resignamos a una ciudad que nos roba tiempo y bienestar; mañana podríamos disfrutar de una ciudad que nos devuelva calma y calidad de vida. El tren y el plan de movilidad urbana no pueden posponerse más.
Nuestra ciudad merece un aire más limpio, un transporte seguro y un día a día menos desgastante. Y eso, como urbanista y como ciudadano, sé que solo se logra si nos atrevemos a construir el sistema de transporte que Costa Rica merece.
Federico Baltodano es ingeniero civil y director de Proyectos en Portafolio Inmobiliario.