En los últimos años, las actividades masivas se han convertido en una fuente esencial de reactivación económica, creación de empleo y dinamización del comercio en los cantones.
Sin embargo, detrás de la aparente celebración, se revela la miopía en algunas municipalidades que, en lugar de brindar un apoyo eficiente, imponen obstáculos y trámites engorrosos que amenazan con ensombrecer los beneficios de dichos eventos.
Es innegable que los eventos masivos contribuyen significativamente al desarrollo económico de nuestras comunidades. Las municipalidades perciben considerables ingresos por concepto de impuestos, calculados según reglamentos internos, aunque, lamentablemente, esta normativa a menudo carece de uniformidad y transparencia.
Lo preocupante radica en la falta de reciprocidad de las autoridades municipales. Antes de brindar su apoyo, imponen una maraña de requisitos y gestiones que, en lugar de agilizar el proceso, lo prolongan innecesariamente.
La burocracia excesiva se torna en un obstáculo insuperable para aquellos que buscan organizar actividades en favor de la comunidad.
Más aún, la renuencia de los gobiernos locales a proporcionar recursos humanos para la gestión de los eventos es evidente. La solicitud de apoyo en aspectos cruciales, como tránsito, presencia policial, limpieza e iluminación, choca con una resistencia sorprendente.
A pesar de recibir considerables sumas de dinero provenientes de tales sucesos programados, la aportación a la organización y ejecución es mínima o nula.
Es hora de exigir un cambio palpable en la actitud de las municipalidades hacia los eventos masivos. Las celebraciones en las comunidades, aparte de ser una fuente de entretenimiento para la sociedad, impulsan la economía local.
La reactivación de pequeñas empresas, sodas, restaurantes, personal no calificado, adultos mayores, el sustento de cuidadores de automóviles y dueños de estacionamientos son solo algunos ejemplos de los favorecidos. Sin embargo, en lugar de reconocer y fomentar esta colaboración positiva, las municipalidades optan por cuestionar y sobrecargar con permisos cada vez más restrictivos.
En conclusión, es imperativo que las autoridades municipales reconsideren su enfoque. Es hora de dejar atrás la miopía y trabajar en conjunto para crear un entorno propicio para el florecimiento de actividades que fortalezcan no solo la economía local, sino también el tejido social de nuestros cantones.
El autor es director de ONE Costa Rica.