Hace poco más seis meses, colaboré con la Embajada de Estados Unidos en Costa Rica para promocionar con mi imagen un programa de becas del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
Resulta que entre junio y julio del 2023, tuve el honor de ser uno de los cuatro docentes costarricenses que, en aquel año, durante mes y medio, experimentamos una visita académica inolvidable, según la formación de cada uno. Luego, el año pasado, participé en la promoción que se hizo para eventuales becarios de Costa Rica en este 2025. En la foto promocional, salía sonriendo con el Capitolio estadounidense a mis espaldas.
Hoy, a poco más de tres meses de haberse iniciado la nueva administración estadounidense, no lo haría ni con la misma sonrisa, ni con la misma emoción. Pero no por el programa académico –que repetiría las veces que fuera y que recomiendo a todo colega periodista– sino por el vuelco del discurso de la fuente política que lo financia.
Nuestro gremio suele fijarse en las palabras porque pesan, cuentan y a veces duelen, más cuando provienen de quienes lideran la política y, en este caso, la más política de todas instancias del gobierno estadounidense.
En aquel momento, junto a 17 profesores universitarios de todo el mundo, estuve en la Universidad Estatal de Arizona en Phoenix; también en la sede de la misma universidad en Los Ángeles, y de ahí, pasamos a Washington D.C.
Además del Congreso –donde ocurrió el clic de la foto–, visitamos lugares que ahora el actual gobierno estadounidense cuestiona: el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, así como la sede de La Voz de América, la red de comunicación de medios estatales.
Negar la historia –o parte de esta– de la segregación étnica del pueblo afrodescendiente en Estados Unidos, así como descalificar la producción de contenidos noticiosos, forman parte de lo que parece un nuevo discurso divisionista durante este ciclo político en Washington.
El programa académico “Periodismo, Tecnología y Democracia” ha sido de alto valor cultural e informativo para mi formación como profesor de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva de la Universidad de Costa Rica (UCR). Aprendimos de la visión inclusiva de la academia estadounidense hacia las personas migrantes, así como de las luchas de los pueblos indígenas por dar respuestas al cambio climático.
Conocimos también institutos universitarios de investigación, que, preocupados por la desinformación, monitorean las publicaciones en redes sociales en países donde hay elecciones. Esto, con el fin de identificar algún conflicto para la política exterior estadounidense de ese momento. Hicimos servicio social en un centro de acogida para personas sin hogar, algunas de ellos, migrantes.
Como parte de esta beca del Instituto de Estudios de los Estados Unidos –SUSI, en inglés–, hasta viajamos a la frontera con México para sentir la convivencia natural y cotidiana entre estadounidenses y mexicanos en el paso fronterizo de Nogales.
Sin embargo, al igual que ha ocurrido con poblaciones afrodescendientes y hasta con periodistas, las personas que migran a Estados Unidos, ahora personifican esa agresiva narrativa que emana del actual gobierno. Dicho afán político, traducido en una vocería gubernamental al más alto nivel, busca culpables donde no los hay, polariza todos los espacios de opinión, quiere cambiar los hechos de la historia y, en el caso de la migración, deshumaniza una situación tan compleja como desgarradora.
Hay señales de que semejante guion sigue en construcción. Se habla mal de los jueces cuando sus decisiones no son favorables, y ahora, de las universidades.
Bueno, aún hay chance de dibujar algo de aquella sonrisa de la foto del Capitolio porque, gracias a esa beca, experimenté la solidez del conocimiento y la inclusividad de los enfoques de la academia que, tanto estadounidenses como costarricenses, defendemos de manera urgente y necesaria en esta coyuntura.
alejandro.vargas@ucr.ac.cr
Alejandro Vargas Johansson es periodista y profesor de la UCR.
