El señor Luis Hernández ( Opinión , 8/1/2009) introduce una discusión necesaria sobre el creciente problema de la ludopatía, un problema de salud pública contemporáneo. Una adicción es definida como la incompetencia para dejar o tener bajo control una determinada relación, que puede ser con cualquier tipo de droga (incluido el alcohol), el juego o el “amor”.
En el sistema económico actual, un minúsculo sector político ha defendido a capa y espada los casinos. Sus miembros repiten hasta la saciedad que traerán empleo y “turistas”, pero no mencionan los problemas sociales que dicha actividad promueve. Algunos señalan la prostitución y el consumo de drogas. Esto es lo evidente y para comprobarlo basta visitar tales sitios. Hay otros problemas no tan obvios para quienes no conocen el proceso.
Sórdida trampa. Muchos jóvenes –mujeres y hombres–, quienes acaban de salir de su adolescencia, luego de convertirse en adictos al juego (ludópatas) y no poder costear su adicción, o si ya adeudan alguna suma a los casinos, son contratados como “caballos”. A una persona que trabaja como “caballo” en las mesas de póquer, se le paga entre 100 y 200 dólares para “abrir” una mesa. Su trabajo es pasar por un jugador particular y atraer, con su juventud y belleza, a otros jugadores a tal mesa. La jornada de trabajo normalmente se inicia a las 3 ó 4 de la tarde y acaba 10 ó 14 horas después.
Al terminar el turno se evalúa su eficiencia. Si ganaron, se les descuenta lo que se les adelantó para abrir la mesa. El remanente se divide con el casino. Si perdieron, existen dos modalidades: pagar después, acumulando deuda, o si atrajeron buenos clientes no se les cobra la pérdida y se les da mil o dos mil colones para que un taxi los lleve a casa.
Otra modalidad, consiste en prestar dinero a los jóvenes, el día que pierden, cuando han demostrado ser buenos jugadores. Al acumular deuda, algunos aceptan trabajar como “caballos”. Es como tener un hijo adicto a la cocaína, a quién se le da coca ilimitada, gratis y en forma diaria, con el objetivo de que atraiga más consumidores con su comportamiento “exitoso”.
¿Cómo obtienen dinero para jugar siendo jóvenes? La mesada, el trabajo y el empeño de bienes. Al igual que los adictos a otras drogas, toman cosas de sus casas, familia o allegados para empeñarlas. De esta forma, desaparecen joyas, electrodomésticos o computadoras. Generalmente, se tiende a atribuir tales desapariciones a la trabajadora doméstica, el jardinero o el que hizo el arreglo. Tampoco se perdió la computadora portátil cuando los asaltaron al salir de la universidad, el colegio o cuando se bajaron del bus.
Sin distingo de clases. La mayoría de estos jóvenes no son producto del abandono, ni de familias disfuncionales, ni en penurias económicas, son jóvenes de clase media, de clase media alta o alta.
Muchos pasaron al casino luego de jugar en línea. Accesar los casinos en la red es fácil para cualquier menor, aburrido o castigado en su cuarto, con acceso a una computadora y sin supervisión. Si son menores, roban la identidad de sus familiares o amistades mayores de edad para abrir múltiples cuentas virtuales para jugar. Basta con la digitalización de una cédula o licencia para hacerlo. ¿Qué tipo de seguridad tiene usted en sus computadoras para que sus hijos no tengan acceso al juego en línea o a páginas de pornografía? ¿Tiene usted la misma seguridad y cuido que tiene para que no tengan acceso a las drogas, incluido el alcohol?
¿Cómo reconocer si se tiene un problema en casa? Tome nota si alguien cercano –mujer o hombre– de pronto tiene comportamientos obsesivo-compulsivos, se vuelve egocéntrico, deshonesto, si pierde horas siempre con un motivo diferente, manipula para pedir dinero, abandona o descuida los estudios, el trabajo, sus amistades o familia para tener más tiempo libre, obviamente para jugar.
El adicto al juego es igual a un consumidor de crack; la diferencia es que un ludópata se baña.