Ser víctima de la ludopatía a temprana edad es más fácil de lo que comúnmente se cree. Un “inofensivo” videojuego, teléfono celular o, incluso, el uso excesivo del Internet pueden desencadenar una serie de conductas adictivas en los adolescentes asociadas a este trastorno serio en el control de los impulsos.
Según especialistas de distintas asociaciones de jugadores de azar en rehabilitación, el uso inadecuado de las nuevas tecnologías por parte de los jóvenes está siendo responsable de muchas iniciaciones en casinos online , ruletas virtuales y otros juegos de incalculable nocividad.
Este fenómeno, que ya ha comenzado a distinguirse en algunos estudiantes del país, es un asunto gravísimo que debe ser tratado de manera efectiva por el Ministerio de Educación Pública.
Cáncer moderno. Para el sector educativo, con extremada razón y por asunto de índices, estadísticas y denuncias, las prioridades han girado en torno a problemas de deserción, trabajo infantil, enfermedades de transmisión sexual, consumo de drogas, embarazos no deseados, y otros adversos de carácter académico, lo cual es totalmente comprensible.
Sin embargo, al presente, la ludopatía juvenil es un cáncer “moderno” que está expandiéndose silenciosamente entre muchos adolescentes de forma alarmante y progresiva, y, por tanto, debe ser sumado a la lista interminable de dificultades que el MEP tiene por atender.
En Costa Rica, el número de estudiantes que en su tiempo de ocio acuden a las máquinas tragamonedas y otros juegos de azar, por falta de interés a participar en actividades como la lectura o el deporte, es creciente.
Quizá la falta de educación y el escaso control de parte de las autoridades, pese a contar con normas y leyes que prohíben el juego a los menores, de algún modo está facilitando la propagación de dicha enfermedad entre los colegiales. El MEP podría, en coordinación con las autoridades pertinentes, docentes y padres de familia, comenzar a prevenir esta enfermedad con mayor ahínco. Al fin de cuentas, somos todos los ciudadanos quienes de alguna u otra forma sufrimos las nefastas consecuencias.
En este sentido, comenzar con visitas a los colegios, tanto de especialistas como de personas que han sido víctimas de esta espeluznante enfermedad, es una alternativa viable a considerar. Estudios relativos al tema coinciden en que la mejor manera de enfrentar esta triste situación es con educación preventiva.
Ya países como Inglaterra o España lo están haciendo con campañas serias y prolongadas en algunas provincias donde la tasa de personas afectadas por el juego es significativa.
Problema reconocido. La ludopatía está reconocida como una enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, por ende, al ser un problema de salud pública, nos concierne a todos.
A pesar de que no se ha determinado aún con exactitud si esta genera adicción orgánica y daño físico irreparable, como sí lo provoca el consumo de sustancias ilícitas, es un comportamiento compulsivo de terribles consecuencias.
Cuadros agudos de depresión, crisis nerviosas, síntomas de aislamiento, cambios bruscos en el carácter, y hasta suicidios, se han atribuido a dicho tumor social.
Aún estamos a tiempo de evitar que con la ludopatía suceda lo mismo que ha ocurrido con el tabaco y el alcoholismo, en los que, pese a las miles de charlas, estudios y prohibiciones, aún sobrevive un consumo elevado en los colegios y universidades por la falta de prevención a tiempo y la relativa aceptación social que estos vicios tienen en nuestra cultura.
De acuerdo con el escritor nacional Ronald Cambronero, en su libro de testimonios titulado: Necesito contarles , debemos de entender que la adicción al juego es sumamente dañina y termina muchas veces con la vida de una persona. Reducir la amenaza de su impacto y su incidencia entre los jóvenes costarricenses también está en nuestras manos. No es un mal exclusivo del Gobierno; de nosotros depende la “suerte” de nuestra descendencia.