
Creo que estamos cansados del fanatismo, aunque pocas veces reconocemos que podemos caer en él. Ningún fanático cree serlo: todos piensan que defienden un derecho, una causa o la vida misma. Por eso cuesta asumir que uno puede estar actuando como un “hincha” fanatizado.
Invito a reflexionar a todos: cristianos que quieren que gane un partido evangélico, cristianos que no lo quieren, quienes rechazan al oficialismo y quienes lo apoyan. En todos los grupos puede haber fanatismo.
El poeta israelí Yehuda Amijai lo resume así: “Donde tenemos razón, no pueden crecer flores”. Y Amos Oz afirma que el fanatismo es pegajoso y contagioso: “Se puede contraer fanatismo fácilmente, incluso al intentar vencerlo… la gente se convierte en fanática antifanática”. Su definición es precisa: “La esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar… El fanático es una criatura generosa. Quiere salvar tu alma, redimirte, liberarte de tu fe o de tu carencia de fe”.
Uno de los mecanismos centrales del fanatismo es la imagen hostil. Según H. Nikklas, es “una totalidad de percepciones y sentimientos aplicados bajo el aspecto de la enemistad”, que distorsiona la realidad con prejuicios amplificados, difundidos muchas veces por los medios.
Siguiendo al teólogo Hans Küng, la imagen hostil cumple cuatro funciones:
- Exonera: culpa siempre a un chivo expiatorio. “¡La culpa es de los judíos!”, “¡de los comunistas!”, “¡de los musulmanes!”, “¡de los socialistas!”, “¡de los pobres, ateos, homosexuales o cristianos!”. La imagen hostil siempre señala a otro como causante de todo mal.
- Estabiliza: crea una falsa unidad contra un enemigo común. En el fútbol, rivales se unen temporalmente; en iglesias y partidos, surgen alianzas artificiales que se desvanecen tras la contienda, revelando amistades fingidas y discursos manipulados.
- Polariza: divide todo en “amigos” y “enemigos”. “Quien no está con nosotros, está contra nosotros”. La gente termina sin saber exactamente en qué cree un candidato, pero sí contra quién debe pelear. Así, la imagen hostil convierte la vida pública en un enfrentamiento maniqueo. Memes, rumores, chismes, acusaciones y miedos irracionales alimentan esa polarización.
- Moviliza: ya no importa verificar información. Exageraciones, noticias falsas y medios tendenciosos bastan para encender hostilidad. Küng lo resume así: “Las imágenes hostiles motivan con facilidad a la guerra, ya sea fría o caliente”.
A la par de la imagen hostil operan dos más. La “imagen ideal”, que endiosa a un candidato o partido, haciéndonos creer que existe un mesías político capaz de resolver todo en cuatro años. Y la “imagen real”, la menos visitada: la que surge de ver a la persona de frente, escuchando debates completos, propuestas oficiales y entrevistas sin editar.
Buscar la imagen real exige evitar fanatismos, rumores y filtraciones interesadas. Significa no sumarse a la “marejada hostil”, a ese “apocalipsis zombi de fanáticos locos”, sino actuar con responsabilidad y madurez.
Para cerrar, queda la idea del acuerdo. Su reputación es mala, como si negociar fuera cobardía. Pero, en palabras del propio autor del concepto, “llegar a un acuerdo significa vida. Lo contrario… es fanatismo y muerte”. No se trata de una capitulación, sino de un compromiso nacional que rompa la lógica de la enemistad.
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Jose Chacón es escritor.