El vino es una de las bebidas más antiguas que se conocen (en Georgia llevan 6.000 años produciéndolo). Con el paso de las civilizaciones, fue caminando por el mundo, de Georgia a Italia, España, Portugal, Alemania, Francia, Egipto, Argelia, etc. Y de estos a América, Suráfrica, Australia y Nueva Zelanda. Incluso, el vino es el primer embajador de muchos países.
Antes de que llegase la publicidad turística a muchas partes del mundo, ya en las mesas se hablaba de Burdeos, de Rioja y Ribera del Duero, de Luján de Cuyo, Mendoza y Maipó, y poco después de Napa y Oregón.
En nuestro país, el vino ha estado presente desde hace mucho; pero nunca como en los últimos cinco años hemos visto un crecimiento tan importante en su consumo. No solo gracias a los tratados de libre comercio, sino simplemente por un cambio en el gusto por este ancestral líquido que reúne alrededor de una mesa y los hace iguales a científicos, abogados, doctores, agricultores, estudiantes, etc.
El vino, además de incentivar una nueva cultura de conocer el mundo, también ha despertado y motivado a los chefs de nuestro país a crear una nueva tendencia de wine dinners y catas donde presentan innovadores menús que vayan con esos vinos de determinada región y cepa.
Combos. El vino es un incentivador de la economía, pues no solo invita a las personas a salir a comer, sino que rara vez se compra en un supermercado solamente una botella. Siempre va acompañado de carnes, quesos, pan, mariscos enlatados.
¿Han notado que es de los pocos productos en un supermercado que trasciende su pasillo? Está cerca de los quesos y embutidos, lo ponen en oferta a la entrada del supermercado: porque el vino siempre invita a comprar más.
Para traerlo al país, el importador costarricense debe pagar de entrada un sinnúmero de impuestos (que con los tratados de libre comercio bajan muy poco): 14% de derechos arancelarios a la importación, 13% de impuestos generales a las ventas, 10% de impuesto selectivo de consumo, 1% de la Ley 6946, 60% de margen de valor agregado, 30% de la Ley de Golfito 7012.
Bueno, a este rosario de impuestos agréguele la ganancia del distribuidor y de la tienda o restaurante que se lo vende, y podrá usted adivinar por qué algunos vinos son tan caros en Costa Rica en comparación con otros lugares del mundo.
Un llamado respetuoso a revisar estos aranceles. Abramos nuestro país aún más a tantos destinos que están deseando pisar tierra tica con sus vinos y gastronomía. Promovamos mayor intercambio cultural.
Una última nota: con tanto turista europeo y norteamericano que está llegando al país, esta tarea se hace aún más necesaria para tener un producto turístico con múltiples opciones para quien nos visita.
El autor es abogado.