
En 1966, Donald Winnicott, médico pediatra y psiquiatra infantil, dictó una conferencia que tituló “La madre de devoción corriente”, cuyas ideas centrales son: 1- debe fomentarse la confianza en la madre en sí misma y en su capacidad de ayudar a su bebé a lo largo del complejo, pero natural proceso de desarrollo; desde la completa dependencia de la madre e identificación con ella hasta la autonomía, y 2- que esta función vital suelen hacerlo la mayoría de las madres como “un quehacer materno suficientemente bueno”.
Durante el primer año de vida, la díada madre-infante constituye una unidad. La madre es el primer entorno del infante. Si todo recién nacido tiene una tendencia innata a desarrollarse como una persona total y creadora, ha de poseer, sin embargo, un entorno inicial como base para tal desarrollo.
El entorno, el padre y la madre. En los primeros meses de vida, especialmente durante el período de la lactancia, el entorno es casi sinónimo de la madre. En ese momento, la intervención del padre está mediatizada por la madre y, en un primer momento, el padre debería cumplir la función de favorecer al entorno: interviene ayudando a la madre y preservando a la díada madre-lactante, aportando a la madre (en cuanto entorno) sentimientos de seguridad y de amor.
Las funciones maternas primordiales, de acuerdo con Winnicott son tres: el sostén, el manejo y la presentación objetal.
Estas tres funciones determinan en el bebé: un primer proceso de integración, en la fase de dependencia absoluta; un proceso de personificación, en aras de la unidad psicosomática, y un proceso de realización, que fundamenta la capacidad de establecer relaciones interpersonales.
La función de sostén es un factor básico del cuidado materno que corresponde al hecho de sostenerlo (emocionalmente) de manera apropiada.
En el desarrollo emocional primitivo, la noción de sostén describe la función de la madre que permite la continuidad del ser del bebé: todo lo que la madre es y hace con devoción corriente.
La madre que sostiene al bebé con tranquilidad (sin miedo a dejarlo caer), adecuando la presión de sus brazos a las necesidades de su bebé, lo mece con suavidad, le susurra o le habla cálidamente, proporcionándole la vivencia integradora de su cuerpo y una buena base para la salud mental.
Otra de las funciones maternas primordiales –junto con el sostén–, es la manipulación o manejo. Esta función “contribuye a que se desarrolle en el niño una asociación psicosomática, que le permite percibir lo ‘real’ como contrario de lo ‘irreal”. La manipulación facilita la coordinación, la experiencia del funcionamiento corporal y favorece la personalización del bebé.
Finalmente, junto con el sostén y la manipulación o manejo, Winnicott describe una tercera función materna: la presentación objetal. Esta función consiste en mostrar gradualmente los objetos de la realidad al infante para que pueda hacer real su impulso creativo.
A medida que la madre habilita en el bebé la capacidad de relacionarse con los objetos, este despliega su capacidad de habitar el mundo. La presentación objetal promueve la realización del niño.
Winnicott resumía todo lo anterior diciendo: “(…) la prevención de las enfermedades mentales debe comenzar con el cuidado de los niños y niñas, con todo lo que hacen naturalmente las madres, que quieren tener un bebé a quien cuidar”.
Apoyo a la madre. Es por esto que una madre podrá brindar un adecuado sostén, manejo y presentación objetal; bases para la salud mental, si como dice Winnicott “la madre ha sido apoyada y cuidada por su entorno, ya sea su compañero o por el Estado o ambos, que le permita estar preparada para una experiencia en la cual sabe perfectamente bien cuáles son las necesidades del bebé”.
Si bien la madre que hace referencia Winnicott, de finales de los 60, no tenía las oportunidades de desarrollo personal actual, los postulados básicos de su pensamiento no cambian.
Reflejan además el compromiso que debería existir de promover un cambio cultural que modifique las relaciones de poder hombre/mujer y de mejores políticas estatales que protejan a la familia y en particular al binomio madre-hijo(a), especialmente en el primer año de vida.