Leone en Roma, León para nosotros y tan solo Leo allá en el norte que lo vio nacer. ¡Esa manía por acortarlo todo! Por hacerlo ver más simple y fácil de digerir.
Algunos comentaristas de aquellas tierras resintieron que no usara el inglés la primera vez que abrió la boca, como si poco importara que la mayor parte de su vida la hubiera pasado en otra patria que sentía más suya que aquella. Donde su vocación misionera reconoció que nuestros propios egos no son la palabra definitiva.
No, no fue para enaltecer su lugar de origen ni para que se sintieran honrados, sino para mostrarles (a ellos y a nosotros) que hay otros modos de vida más dignos de seguir que los más publicitados en los últimos años. Estos tiempos nuestros están llenos de modelos insólitos, donde parece triunfar el que más insulta, divide y promueve odios irracionales.
Fue, quizá, una apuesta arriesgada pero valiente: la de encender un faro en medio de tanta oscuridad que oprime los corazones. En lugar de sembrar discordia y expulsar al distinto, se le puede reconocer como un hermano al cual servirle; en lugar de cerrarnos al mundo, podemos abrirnos más allá de unas absurdas fronteras que nos hagan sentirnos superiores.
La advocación a Francisco, nos decía su predecesor, era para no olvidarse de los pobres. La suya viene del último papa en llamarse León, uno que se preocupó del ciudadano común, vulnerable a la revolución tecnológica de su momento, como lo somos ahora ante las nuevas tecnologías y –por qué no decirlo– ante las fuerzas devastadoras del mercado donde es el dinero lo que importa y no la persona.
Para el creyente, su elección es de inspiración divina, pero sea de esa u otra forma, también tiene un innegable matiz Político. Ojo que lo escribí en mayúscula, es decir, pensando en la polis, en el pueblo compuesto por los ciudadanos del mundo, quienes debemos recordar que nuestra supervivencia está atada a nuestra capacidad de cooperar los unos con los otros. Porque, por más distintos que nos sintamos unos de otros, nuestro destino como humanidad será uno.
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Rafael León Hernández es psicólogo.
