Atravesando el Lago Trasimeno, cerca de Asís, Italia, se llega a una pequeña isla y en ella un diminuto pueblito centenario bordeado de callejuelas y sitios históricos. Es el principio del caliente verano. Adosadas a las paredes de las cobrizas construcciones, las ancianas tejen su mantelería para la venta.
Viejas poltronas, tan secas y enjutas como ellas, sostienen los frágiles cuerpecillos enlutados y hacen relucir las casi centenarias manos bordando blanquísimos enca- jes que parecen salidos de cuento de hadas. Esta labor representa para ellas el fruto de su sabiduría, el conocimiento de las cosas pequeñas, lo que aprendieron y repiten durante su vida. Es esa la producción de la belleza y su carta de presentación ante el caminante. Ahí reside su magnífica aportación.
Aracné y Penélope. Cuenta la mitología griega que la humana Aracné tejió un tapiz representando los amoríos de los dioses. Enfadada la diosa Atenea, la condenó a tejer para siempre. De ahí las dulces arañas que tejen los campos.
No sucedió lo mismo a Penélope, quien, en espera del retorno de su amado Ulises, tejía de día y destejía de noche. No podía terminar su labor porque, de ser así, debería desposar a otro. Sobre ella canta la poetisa española Francisca Aguirre: “Sentada ante su bastidor, ella fue dueña / del lentamente desastroso Imperio de los días. / Sus manos la pesada tarea asumieron / y una constancia más fuerte que el cansancio / junto a ella se sentó”.
Tejer para soñar. Se teje para hacer prendas de vestir, para soñar… y está recomendado médicamente para mejorar el sistema nervioso. Se teje a dos agujas, en crochet , en horquilla, con bolillos, en frivolité …, formalidades todas inventadas por mujeres que emplearon su maestría en crear. Quien tiene afinidad manual y matemática logra descifrar las a veces intrincadas resoluciones de las madejas. Desde los encajes belgas de la ciudad de Brujas hasta los de bolillo de Lagunillas de México; desde los encajes de la Granada andaluza hasta la nicaragüense; desde siempre, se ha tejido con encanto.
No solo fue la mujer poseedora del atributo de tejer y guardiana de la esperanza, sino que bajo su custodia mantuvo el secreto de los telares y las agujas, conservándolos y convirtiéndolos en leyendas. Es el eterno conteo del paso del tiempo. La vuelta y revuelta de los hilos, lo han dicho tantos, se asemejan a los hilos del pensamiento cuyos tejidos forman la historia humana.
Mujeres. A través de los tiempos la mujer ha acogido amorosamente las ideas del hombre y las ha mantenido en su espíritu, conservándolas. Dice el refrán que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Son hacedoras de vida, son estas silenciosas tejedoras las que construyen la trama por donde transcurre la historia cotidiana de los pueblos. Formarlas en el sutil arte de tejer su propia vida podría aportar valiosos cambios en el futuro de las sociedades.
Pensemos con detenimiento en los recursos que tiene la mujer costarricense, y en cómo mejorarlos, para que transcurra feliz, felizmente realizada, en todas y cada una de las labores que la vida le asigne, que van desde la sencilla moledora de maíz hasta la prometedora universitaria. Desde la humilde vendedora de frutas en el mercado hasta la nueva saga de mujeres que incursionan en la vida pública y el regimiento de los destinos del país. A esas, a todas ellas, deseamos que las madejas y el hilo de la vida les sean promisorios.