
Una de cal y otra de arena es lo que arrojan los análisis sobre lo que sucede con la inflación en Costa Rica.
En términos simples, la inflación es el aumento sostenido y generalizado de los precios. Cuando hay inflación, el dinero pierde valor: con la misma cantidad se compra menos. Un poco de inflación es normal e incluso deseable, pero cuando sube demasiado (o cae por debajo de lo esperado) puede generar inestabilidad económica.
El estatuto de autonomía de los bancos centrales suele vincularse con que se controle la inflación como objetivo primordial de la política monetaria. De hecho, lo normal es que los bancos centrales hablen de “expectativas ancladas”. Dado que los bancos centrales tienen un objetivo de inflación (el cual ronda generalmente el 2%), los agentes económicos creen que, al perseguir este objetivo, se gestiona la política monetaria y las expectativas se forman en torno a la meta.
Ahora bien, cuando determinado banco central ha conseguido repetidamente el objetivo de inflación, llega a ser creíble y los agentes formarán sus expectativas según el objetivo del banco central e, implícitamente, se ayuda a que la autoridad monetaria consiga su objetivo con mayor facilidad.
Además, los bancos centrales, en general, utilizan “políticas de señales”, es decir, dicen cómo van a actuar (aunque luego no lo hagan), pues eso provoca la reacción esperada en los agentes económicos.
No obstante, si la autoridad monetaria siempre dice cosas que no hace, pierde credibilidad. Y, ante todo, los bancos centrales deben ser creíbles.
No está de más añadir que los bancos centrales también tienen como objetivo (aunque generalmente no explícito, sino tácito) ayudar a que los países mantengan una senda de crecimiento estable que origine el bienestar de los agentes económicos y la reducción del desempleo, pero siempre con el foco prioritario puesto en el control de la inflación.
En general, en el periodo pospandemia, diversos países (y, en particular, Costa Rica) vivieron un proceso de inflación y las expectativas se desanclaron. Esto se debió principalmente al aumento global de precios ocasionado por la guerra en Ucrania, interrupciones en la cadena de suministros tras la pandemia, y alzas en combustibles, alimentos y materias primas.
Ante este panorama, el Banco Central de Costa Rica (BCCR) reaccionó elevando de forma rápida la tasa de política monetaria, que pasó de 0,75% a 9% en poco más de un año. Esta decisión tenía un objetivo claro: enfriar el consumo y el crédito para reducir las presiones inflacionarias. La estrategia funcionó: a mediados de 2023, la inflación comenzó a ceder rápidamente.
Lo esperable, entonces, luego de la contención de la inflación, era que la autoridad monetaria emprendiera acciones encaminadas a retornar al objetivo de inflación (específicamente 3%). No obstante, llevamos poco más de dos años en los que, si bien la inflación ha sido “baja” –o, mejor dicho, mayoritariamente “negativa”–, de momento la inflación no retorna a la meta.
Dejando de lado las consecuencias de la llamada “espiral deflacionaria” y los 17 meses de variaciones interanuales negativas de la inflación, las interrogantes giran en torno a si las acciones del Banco Central se dirigen realmente a mantener la inflación en el objetivo, si el objetivo actual es el que efectivamente deberíamos tener y si se cuenta con las herramientas necesarias de política monetaria para encaminar la inflación al objetivo definido (por ejemplo, indicadores adelantados)? Y, finalmente, si no se estará deteriorando la credibilidad de nuestra autoridad monetaria.
En el Informe de Política Monetaria de octubre pasado, el Banco Central indicó que el retorno al rango de tolerancia (3% +/- 1%) se daría en el tercer trimestre del 2025. En el más reciente informe (de abril anterior) se indica que será más bien en el primer trimestre de 2026 cuando la inflación retorne al rango de tolerancia. En ese último informe también se resalta la importancia de la autonomía del Banco Central y, dentro de las ventajas, paradójicamente, apuntan “mayor éxito en el control de la inflación”.
Llevar a efecto la política monetaria es todo un arte; eso está claro. Los bancos centrales especifican sus objetivos y se ciñen a un método coherente y sistemático para el ejercicio de la política monetaria. Lo anterior es condición necesaria para adquirir un elevado nivel de credibilidad, premisa básica para influenciar en las expectativas de los agentes económicos.
lizandro.brenesc@gmail.com
Lizandro Brenes y Anelena Sabater son economistas.