El demógrafo Rafael Rofman sostiene que la disminución de la fecundidad es un indicador clave de desarrollo, equidad y empoderamiento femenino. Pero, como mujer empoderada, vengo a disentir.
Costa Rica muestra una de las tasas de fecundidad más bajas de Latinoamérica y el continente. Los últimos datos regionales ubican al país al final de las tablas de fecundidad, junto con Uruguay y Chile. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), la fecundidad local disminuyó aún más en 2023, llegando a 1,19 hijos, una tasa conocida como “ultrabaja”. A modo de comparación con países del Norte global: Canadá mostró una tasa de 1,26 hijos por mujer; Italia, 1,24, y Estados Unidos, 1,61.
Revolución incompleta
Es innegable que cuestiones como la educación, el acceso a anticonceptivos y la incorporación de las mujeres al mercado laboral son factores que inciden en no tener hijos. Pero, en concreto, ¿a qué responde la decisión?
En Costa Rica, la maternidad puede ser una experiencia extremadamente exigente y solitaria. Mi hipótesis es que, si las circunstancias fueran más favorables, muchas mujeres que actualmente eligen no tener hijos considerarían la maternidad.
Mary Brinton, socióloga de la Universidad de Harvard, explica que existe una correlación entre la desigualdad de género y las bajas tasas de natalidad de algunas sociedades. No tener hijos resulta, entonces, en una estrategia de sobrevivencia de las mujeres en países en que las mamás todavía cargan con la expectativa de asumir la mayoría de las labores de cuidados y, encima, se espera que tengan un trabajo fuera del hogar. ¿Suena familiar?
En esta “revolución de género incompleta”, como se le conoce, las mujeres hemos entrado en espacios dominados tradicionalmente por hombres, pero ellos no lo han hecho en lo que respecta al trabajo doméstico.
Para sorpresa de absolutamente nadie, la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo del 2022 reveló que las mujeres están haciendo el doble de trabajo doméstico no remunerado: ellas le dedican 32 horas y 4 minutos a la semana, mientras que los hombres solo invierten 15 horas y 44 minutos.
Los servicios de cuido apoyados por el Estado son insuficientes, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y los servicios privados son exorbitantemente caros. Pocas empresas entienden su responsabilidad social en la tarea de cuidados y, en ocasiones, ofrecen una “flexibilidad” que después suele ser cobrada en la falta de representación femenina en posiciones de liderazgo. El BID señalaba en el 2021 que solo el 15% de las jefaturas estaban en manos de mujeres en este país.
Esto puede ser una subjetividad, pero, como madre de dos, me permito anotarla como evidencia empírica: la idiosincrasia local es “sálvese quien pueda”. Muchas mamás reportan perder vínculos luego de tener bebés por incomprensión de su nuevo rol, la familia extendida está cada vez más ausente en el apoyo a la crianza y este país tiene más lugares pet friendly que adecuados para bebés. ¿Recuerdan que hace unos años que las mamás eran regañadas por amamantar en centros comerciales?
Muchas mamás en este país están profundamente solas y las mujeres sin hijos aprenden por cabeza ajena.
La tarea pendiente está en casa
Brinton propone soluciones como la reducción de la jornada laboral para todas las personas, hombres y mujeres. Resulta desmoralizante que las propuestas legislativas actuales van en la dirección opuesta, promoviendo largas jornadas que impiden a los trabajadores asumir las responsabilidades de otras dimensiones de su vida.
Otra solución propuesta es alargar la duración de la licencia por paternidad. La evidencia señala que, en los lugares donde que se ofrece una licencia extendida, los papás desarrollan habilidades que resultan en una mayor participación en la crianza de sus hijos. Saber consolar a una bebé o cómo dormirla no son dones del instinto materno, son habilidades que requieren ser adquiridas.
Las intervenciones dirigidas a mujeres pueden ser contraproducentes. Por ejemplo, si se establecen horarios flexibles para las madres en el trabajo, el refuerzo de los estereotipos les pasará la factura en sus carreras. Encima, estas medidas continúan justificando la ausencia de los padres en las responsabilidades familiares.
Para fomentar una distribución más equitativa de las tareas domésticas, un banco español implementó una estrategia innovadora: una hora después de la jornada laboral, las luces de la oficina se apagaban. Esta medida pretendía recordar a los empleados que se quedaban trabajando hasta tarde –en su mayoría hombres– que en casa también había quehaceres pendientes.
Por el bienestar de ellas
Es cierto que los países con poblaciones que envejecen sufren consecuencias negativas, como el aumento de los costos de las pensiones vinculado a la disminución de la fuerza laboral. No obstante, la dimensión que este problema ha adquirido responde precisamente a estar siempre estrategizando en nombre de la economía, dejando por fuera el bienestar de las mujeres.
En el Día Internacional de la Mujer, mi deseo es que ellas puedan siempre decidir de qué se trata su proyecto de vida sin sentirse acorraladas a tomar decisiones a razón de un entorno adverso. Mi deseo es que todas las que quieran ser madres tengan la certeza de que no estarán solas en ese proyecto. Que cuenten con parejas que asuman su responsabilidad, empleadores que comprendan que las horas de trabajo no son equivalentes a productividad, comunidades con manos dispuestas a sumar en la vida de sus hijos y un Estado que garantice un cuidado universal, accesible y de calidad. Mi deseo para todas ellas es que si deciden traer bebés al mundo, sientan que un país entero las acompaña.
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Andrea Vásquez R. es comunicadora social especializada en Inclusión y Equidad.
