La resurrección es, como dice Pablo de Tarso, el corazón de la fe cristiana (1Cor 15, 14: “Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe”), aunque curiosamente el Concilio de Calcedonia (451 d.C.) no habló de resurrección: o Calcedonia no es toda la cristología o la resurrección es una creencia secundaria.
La fe cristiana mantiene la idea de que Jesús murió en la cruz, fue enterrado y de ‘modo milagroso’ se levantó de entre los muertos, retornando a la vida física. Pero, como apunta el análisis comparativo de los Evangelios de Mateo (28,1-6), Marcos (16,1-5), Lucas (24,1-12) y Juan (20,1-18), la fe ha trastornado los datos históricos. Desde la presencia de ángeles hasta que hubo o no mujeres, los relatos evangélicos no coinciden (esto es igual a su no historicidad).
Bajado vivo de la cruz. Una opción para comprender los relatos es que Jesús fue bajado de la cruz aún vivo. Fue colocado en una tumba y cubierto con una túnica, para, en cuanto pasara el sábado, sacarlo para someterlo a un diestro tratamiento médico (H. Schonfield) que le permitiera recuperarse, pero, probablemente, quedaría inválido y existía el riesgo de lesión cerebral en virtud del tiempo colgado en la cruz.
Si, y solo si, la crucifixión sucedió en víspera de sábado –según los Evangelios canónicos– y fue corta, Jesús estaría inconsciente pero no forzosamente muerto, y podría ser colocado en otra tumba ventilada hasta que pasara el sábado, de tal modo que las autoridades municipales no enterraran el cuerpo causándole la muerte. [El soldado que se cercioró con la lanza en el costado o bien tuvo éxito con la herida (lo ultimó) o lo dejó con pocas posibilidades de recuperación, aunque fuera atendido por manos diestras].
¿Esenios en la tumba? Otra lectura del relato sería que los ‘ángeles’ vestidos de blanco que vieron las mujeres cuando se acercaron a realizar los rezos fúnebres fueran esenios. Esta opinión reforzaría la idea de que el cuerpo de Jesús sería recuperado, pues los esenios estaban con él y tenían fama de diestros en medicina. Jesús habría sido trasladado desnudo de noche a un escondite para ser tratado médicamente.
La recuperación sería lenta y no habría aparecido a los discípulos hasta después de cierto tiempo. Sin embargo, esta tesis es insostenible porque Jesús ante todo fue un judío fiel a la Torá con rasgos apocalípticos, perteneciente al grupo de Juan Bautista y, luego, independizado de este.
Crucificado y muerto. En estas condiciones resulta poco probable que Jesús volviera a la vida. Si fue sacado y murió, por miedo a ser descubiertos, no volverían al sepulcro, dejándolo abierto. ¿Qué hacer? Trasladar el cuerpo a un lugar solitario y enterrarlo en secreto; o dejarlo en la cruz para que las autoridades municipales de Jerusalén colocaran los restos del crucificado en una fosa común (osario).
Los discípulos desconocerían esto completamente, pues si se los hubieran comunicado habría peligrado el plan, ya que los discípulos, como militantes antirromanos, debieron pasar escondidos. (El cambio de nombre de Simón a Pedro, por ejemplo, buscaría despistar a quienes pretendieran identificar a los seguidores de Jesús).
El Evangelio de Juan (20,2), en palabras de María Magdalena a Pedro, lo explicaría también: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Cabría pensar que el robo del cuerpo fue un acto de los enemigos de Jesús. El hecho hostil quedaría en el anonimato. O el cuerpo fue robado por seguidores o detractores, o los restos fueron depositados en el osario municipal.
¿Y el sudario? Según Juan 19,40, el cuerpo de Jesús en la tumba estuvo envuelto en un lienzo en cuyos pliegues pusieron especias. La impronta en el manto de Turín respondería a un hombre barbudo que aparentemente sufrió el martirio de la crucifixión, pero que no fue envuelto, sino cubierto de pies a cabeza y vuelta, dejando los costados abiertos (¿para facilitar la respiración?).
Además, las manchas de sangre en la imagen indican que las heridas sangraban tras haber sido depositado el crucificado en la tumba y, por tanto, aún vivía. Si el ‘manto’ de Turín’ refleja ese momento, entonces es falso lo afirmado en el Evangelio de Juan; caso contrario, se afirma el Evangelio de Juan y se niega que el manto de Turín corresponda al hecho milagroso de la resurrección. Uno u otro, pero no ambos.
Relato de fe. Cualquiera que fuera la respuesta (o conjetura) para explicar la resurrección, es improbable que Jesús emprendiera un largo viaje.
De algún modo u otro, la vida de Jesús en este mundo había terminado después de la crucifixión.
Lo que sigue en los cuatro evangelios sobre la tumba vacía y las apariciones, no es un ‘evento’, es decir, no pertenece al campo de lo historiable, sino que es un relato de fe, y, aunque Pablo asegure que Jesús resucitó “según las Escrituras”, no se atreve a citar ninguna.