
El sociólogo mexicano Fernando de Jesús Pliego Carrasco, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, ha dedicado gran parte de su obra a demostrar que la familia no es solo una institución privada, sino un agente fundamental de bienestar, cohesión y desarrollo democrático. Su propuesta central es que las estructuras familiares estables y solidarias constituyen un factor decisivo para el bienestar individual y social.
En su libro Familias y bienestar en sociedades democráticas. El debate cultural del siglo XXI, Pliego analizó trece países, varios de ellos latinoamericanos, para explorar qué tipos de hogares generan mayores niveles de bienestar. Sus conclusiones son claras: los hogares formados por parejas estables, legal o moralmente comprometidas, con ambos padres biológicos presentes, tienden a presentar mejores resultados en salud, educación, ingreso y percepción de felicidad. Esto no significa desconocer la diversidad familiar, sino subrayar que la estabilidad de los vínculos y la cooperación intergeneracional son determinantes para el desarrollo humano.
La estabilidad multiplica
Como afirma Pliego (2019, p. 35): “Las familias no son un residuo del pasado, sino el núcleo más potente para generar confianza, apoyo y bienestar social en las sociedades democráticas”. Esta afirmación resume su convicción de que el fortalecimiento familiar no es solo un asunto moral, sino también una estrategia social y política para el desarrollo.
En Las familias en México en 2020, Pliego amplía su análisis y demuestra que la fortaleza familiar no solo se mide por la estructura, sino también por la calidad de las relaciones internas: la comunicación, el sentido de responsabilidad compartida y la solidaridad cotidiana. Desde su perspectiva, la familia constituye el primer espacio de formación cívica, donde se aprenden valores como el respeto, la empatía, la justicia y la cooperación.
Invertir más en familia
Estos planteamientos adquieren relevancia al observar la realidad latinoamericana. Estudios recientes confirman que, a pesar de la pobreza y la desigualdad, la región mantiene altos niveles de satisfacción familiar.
Investigaciones en México, Costa Rica y Colombia muestran que la afectividad y la comunicación familiar son factores que predicen el bienestar con más fuerza que el nivel socioeconómico. Además, programas regionales como Familias fuertes (OPS/OMS) han demostrado que fortalecer la relación entre padres e hijos reduce conductas de riesgo y mejora la salud emocional de los adolescentes.
Asimismo, políticas públicas como Familias en acción, en Colombia, o Prospera, en México, evidencian que, cuando se apoya a la familia como unidad social, se obtienen resultados positivos: reducción de la malnutrición infantil, aumento de la escolaridad y mayor cohesión comunitaria.
Para Pliego Carrasco, estos datos confirman que la familia posee una potencia estructural y moral indispensable para el desarrollo de las sociedades democráticas. En América Latina, donde las redes de parentesco y solidaridad siguen siendo pilares del tejido social, reconocer y fortalecer a la familia no es un acto de nostalgia, sino una apuesta racional por el bienestar, la justicia y la paz social.
jjch98@yahoo.com
José Joaquín Chaverri Sievert es diplomático y periodista.