
A casi 80 años de su creación, pocos vocablos han sido tan mencionados y ardientemente debatidos en calles, parlamentos, medios de comunicación y foros de todo el mundo. Es una palabra lapidaria, repugnante, sentenciante, una conclusión y un juicio; una negación de la humanidad contra la Humanidad, que resume y recapitula vilezas indescriptibles. Pocas palabras generan tanta reacción de solidaridad o de rechazo. Genocidio es el epítome del crimen.
La historia de esta palabra está íntimamente relacionada con la vida y experiencia de un hombre, Raphael Lemkin, quien dedicó su existencia a un solo objetivo: reconocer y prevenir este crimen de crímenes.
Raphael Lemkin nació con el siglo XX en Bezwodne, pequeña localidad de la Rusia zarista a unos 260 kilómetros de Minsk, capital de la actual Bielorrusia. A los 21 años, Lemke emigró a Lwów (Lemberg) una ciudad de la Polonia de entonces.
Con la disolución de la Unión Soviética, Lviv terminó en Ucrania del este, más cerca de Varsovia que de Kiev. Por vicisitudes propias de las guerras, esta ciudad situada en los confines de Polonia y Ucrania, cambió de filiación administrativa (y de nombre) al menos ocho veces entre el principio de la Primera Guerra Mundial y el final de la Segunda Guerra Mundial.
En Lviv, Lemkin se graduó de abogado en 1926. Durante su juventud, uno de los eventos que marcó al joven estudiante de Leyes fue la persecución y el asesinato de armenios, la mayoría de ellos cristianos, dentro de los confines del Imperio otomano. Entre 1915 y 1923, los cristianos armenios fueron acusados de tomar partido con Rusia (Turquía entró en la guerra en octubre del 1914, del lado de Alemania) y fueron asesinados en masacres locales, deportaciones marcadas por el hambre, la deshidratación, la exposición a los elementos y la enfermedad. Miles de armenios murieron en camino a regiones desérticas del Imperio, en lo que es actualmente Siria, Arabia Saudita e Irak.
A la vez, decenas de miles de niños armenios fueron separados de sus familias y convertidos al islam. Al principio de la I Guerra, había cerca de 2 millones de armenios en Asia Menor. Cuatro años más tarde, quedaban menos de 400.000.
En una lluviosa mañana de marzo de 1921, Soghomon Tehlirian asesina en Berlín, de un tiro, a Talât Pasa en pleno día y frente a testigos. Este último, el depuesto gran Vizir de Turquía refugiado en Alemania desde 1919, era considerado el arquitecto del genocidio armenio y el peor criminal de la I Guerra Mundial.
Durante el juicio de Tehlirian, a Lemkin no le parecía consistente que se le juzgara por una muerte mientras que los alemanes no habían arrestado a Pasa, responsable de más de un millón de muertes. En una victoria de la defensa, en parte aduciendo demencia temporal, Tehlirian fue absuelto en junio de ese mismo año.
En 1939, después de la invasión de Polonia por parte de Alemania, Lemkin se unió a la guerrilla un tiempo y fue herido en Varsovia, después de lo cual se refugió en Suecia, antes de emigrar a Estados Unidos, adonde llegó en 1941. En el exilio, Lemkin escribió su obra más importante: El dominio del Eje en la Europa ocupada: Leyes de ocupación, análisis del gobierno y propuestas de reparación.
Este tratado, de casi 700 páginas, detalla los crímenes en territorios ocupados por el régimen nazista, vio la luz en 1944 y le sirvió a la Fiscalía del Tribunal de Nuremberg, en la cual Lemkin fue consultor por Estados Unidos.
El capítulo 9 se llama simplemente Genocidio. Este curioso neologismo, acuñado por Raphael Lemkin probablemente en 1942, tiene su etimología en el griego y el latín (de “genos”: pueblo, raza, tribu o estirpe, y “cidio” (matar o eliminar). La intención de Lemkin era la de describir la destrucción intencional de una nación o grupo étnico.
La historia quiso que el 20 de noviembre de 1945, Pierre Mounier, un fiscal francés, pronunciara por primera vez esta palabra en una corte. Las circunstancias no podían ser más dramáticas. El lugar: Bärenschanzstrabe 72; sala 600 de la Corte de Nuremberg; una ciudad medieval en ruinas con unos 45.000 muertos sin enterrar bajo los escombros de los bombardeos aliados.
Frente a él estaban 20 de los 24 imputados del alto mando nazista. El momento: el primer día del primer juicio militar por una corte internacional en la historia. Al leer el tercer cargo contra los acusados, Mounier dice (en francés) “que habían sido partícipes de un genocidio sistemático y deliberado”. Y explica: el exterminio de grupos raciales y nacionales, contra la población civil de ciertos territorios ocupados, con el propósito de eliminar razas particulares y clases de gente, o grupos nacionales, raciales o religiosos”.
El 1.° de octubre de 1946, casi un año más tarde, 199 testigos y una cantidad masiva de evidencia (estimada en tres toneladas), fueron leídas las sentencias: 12 condenas a muerte, tres cadenas perpetuas, cuatro condenas de 10 a 20 años de prisión y tres absolutorias. Herman Goering escapó del cadalso la víspera de su ahorcamiento.
Para entonces, Lemkin se había enterado por medio de su hermano Elías que 49 miembros de su familia habían perecido durante el Holocausto. Sin saberlo, el mismo año en que fue concebida la palabra “genocidio”, sus padres fueron exterminados en Treblinka.
En 1950, Lemkin fue nominado para el Premio Nobel de la Paz por Winston Churchill y aunque fue propuesto dos veces más, nunca le fue otorgado este galardón.
Habiendo dedicado toda su vida y esfuerzo a la causa del genocidio, Lemkin murió en la pobreza, a los 59 años. Un primo recogió fondos para su entierro, al cual asistieron solo siete personas. Sus restos reposan en Mount Hebron, Queens, Nueva York. Uno de sus últimos escritos compara su obra con una lluvia de sangre y lágrimas de 8 millones de víctimas inocentes en todo el mundo.
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Alfredo Gei Brealey y Judith Jiménez Torrealba son médicos.