En esta época, Costa Rica se ilumina de una manera especial. Las casas, parques y vías públicas se visten de gala, y el resplandor de las luces navideñas irrumpe en cada rincón, creando un paisaje de alegría, esperanza y, sobre todo, una agradable sensación de seguridad. Esta luz festiva cambia positivamente el ambiente y el sentir de los habitantes, recordándonos el inmenso poder de una iluminación adecuada.
La alegría que genera esta iluminación navideña debe motivarnos a mirar hacia el futuro. En general, el debate sobre la seguridad ciudadana se centra en policías, leyes y tecnología de vigilancia, pero se olvida un factor esencial, pasivo y silencioso que debe incluirse en esta discusión: la iluminación de nuestras calles y parques. Esta es, de hecho, una de las estrategias de prevención del delito más efectivas y con mayor retorno social.
La policía silenciosa
La luz es mucho más que un simple medio para ver por dónde caminamos; es un verdadero escudo invisible. Al iluminar adecuadamente un parque o paso peatonal, no solo se aumenta la percepción de seguridad de los vecinos, sino que contribuye, de manera importante, a reducir los delitos más comunes.
Estudios realizados por organizaciones internacionales muestran que, una iluminación de calidad puede disminuir en un 20% el número de robos y asaltos oportunistas. La razón es simple: la luz eleva el riesgo para el delincuente de ser reconocido y capturado, actuando como un disuasivo poderoso.
Este beneficio se aplica también en nuestras carreteras, donde una mejor iluminación nocturna puede reducir hasta en un 27% la tasa de accidentes de tránsito mortales. Invertir en luz, entonces, es una inversión en seguridad vial y personal.
Derecho a brillar en la ciudad
La iluminación deficiente tiene un impacto desproporcionado en la vida y la libertad de las mujeres. Una calle a oscuras impone límites a la autonomía urbana de mujeres y niñas. El miedo a ser víctimas de acoso o agresión las obliga a cambiar horarios o a evitar por completo ciertos espacios públicos. El derecho a transitar libremente por la ciudad, sin miedo, es un pilar de la igualdad. Una iluminación adecuada no es solo una medida de seguridad, es una medida de justicia territorial y social.
Superando el ‘efecto cebra’
Gran parte del país está iluminado. Pero, incluso en zonas de alta densidad, la iluminación es inadecuada. El problema no es la ausencia total de luz, sino su mala calidad.
Cuando la luz no es pareja, se produce el “efecto cebra”: un poste emite un círculo brillante, pero a pocos metros todo es una sombra densa. Si la luz es desigual, los puntos oscuros se convierten en perfectos escondites para un delincuente. El alumbrado público debe permitir el “reconocimiento facial”.
Lamentablemente, muchos de nuestros espacios públicos, aunque presentan niveles de uniformidad aceptable, son funcionalmente inseguros. El desafío es que, incluso cuando se cumplen los requisitos básicos, otros valores clave, como el reconocimiento facial, el deslumbramiento o la contaminación lumínica, se omitan, o bien, se encuentran por debajo de los valores recomendados, resultando en calles y parques técnicamente “iluminadas” pero funcionalmente inseguros.
Recursos para iluminación
La tecnología LED permite obtener más luz con mucho menos gasto de electricidad. Los ahorros generados son sustanciales y, en teoría, podrían financiar la modernización de toda la red.
El recibo de electricidad incluye un componente denominado “factor de alumbrado público”, que se recauda precisamente para mantener y modernizar esta infraestructura. Sin embargo, a pesar de esta recaudación constante, la inversión para lograr una iluminación de calidad ha sido históricamente insuficiente y las empresas públicas encargadas del servicio han generado consistentemente excedentes financieros.
Ante esta acumulación de fondos no invertidos o la falta de ejecución de las inversiones proyectadas en el cálculo tarifario, la política de la Aresep ha sido devolver la totalidad de estos excedentes a los usuarios, mediante pequeños ajustes en las tarifas.
Esta devolución, individualmente casi imperceptible, frena el motor de inversión que Costa Rica necesita en este campo. Es un punto de vista estratégico: se prioriza una pequeña rebaja inmediata e imperceptible, en lugar de una inversión sostenida que traería beneficios tangibles en seguridad y calidad de vida a toda la sociedad.
Un llamado a iluminar el futuro
Es hora de tratar la iluminación pública con la seriedad que merece una infraestructura de seguridad. Urgen dos acciones nacionales:
- La Aresep debe modificar el enfoque de la gestión de fondos para asegurar que los excedentes de ingresos sobre costos generados en períodos anteriores (actualmente devueltos a los usuarios en las liquidaciones tarifarias) se destinen a la inversión real y justificada para modernizar la red. Paralelamente, debe exigirse a las empresas la estricta adopción de las normas de calidad luminosa internacionales y establecer criterios de evaluación rigurosos para la calidad de la iluminación.
- Se requiere establecer un Código Lumínico Nacional obligatorio, basado en normas internacionales, para la iluminación de áreas urbanas y parques. Este código debe poner la seguridad como prioridad absoluta.
Al ver nuestras ciudades y pueblos brillar con el espíritu navideño, recordemos que esa sensación de calidez y seguridad que nos da la luz de las decoraciones es un derecho que merecemos todos los días del año. La luz es un regalo valioso que podemos darnos como sociedad. Aprovechemos la magia de esta temporada para impulsar la inversión estratégica que ilumine nuestro camino hacia una Costa Rica más segura y justa, donde la luz sea la norma permanente y la alegría de diciembre se extienda a todos los meses.
Arturo Monge es ingeniero eléctrico con una amplia experiencia en iluminación de espacios públicos.