El conocimiento del pasado, de la Historia como devenir del ser humano, es esencial en la construcción de la identidad de los pueblos. A eso se le conoce como uso de la historia. Pero igualmente, desde la antigüedad, el control de la memoria ha servido para incrementar el prestigio, justificar gobernantes ególatras y legitimar determinados proyectos ideológicos o grupos de poder. En este caso, la memoria se convierte en un discurso del poder. Entonces, se habla de abuso de la historia.

A propósito del conflicto bélico ocurrido entre Costa Rica y Panamá a finales de febrero de 1921 y principios de marzo de aquel año, tradicionalmente llamado “Guerra de Coto”, se han producido interpretaciones que son claros ejemplos de abuso de la historia; esto, en particular desde inicios de la década de 1970. Veamos algunos casos.
- Que el conflicto de 1921 fue producto de los intereses de las compañías bananeras y petroleras que se disputaban las tierras fronterizas entre Costa Rica y Panamá.
- Que esas compañías lograron que la prensa incitara a la población en general y a las organizaciones obreras para que se movilizaran en “defensa del interés nacional y la soberanía”, salvo algunas “voces disidentes,” como la de Vicente Sáenz, quien “denunciaba la disputa como una guerra de rapiña entre empresas monopolistas extranjeras”.
En realidad, al producirse el “breve pero intenso conflicto” entre Costa Rica y Panamá, como lo llamó el escritor José Marín Cañas en el folleto Coto, rincón de olvido. Narración de un testigo en la acción de Coto de 1921 (1934), Vicente Sáenz, director y propietario del periódico La Prensa, apoyó decididamente la causa nacional, pues consideraba –como la intelectualidad en general– que al país le “asistía el derecho y la justicia”.
En efecto, según lo señalaban diversos tratados internacionales y convenios, el territorio que los panameños ocupaban en el sur del país –en el entonces distrito de Golfo Dulce, del cantón de Osa, donde hasta habían creado un Corregimiento– era costarricense.
Un caso particular de abuso de la historia es el hecho de que en el calendario escolar del Ministerio de Educación (MEP) se establezca como efeméride el 21 de febrero con el nombre de “Día de la Batalla de Coto”. A manera de justificación, en un documento oficial se afirma que “durante mucho tiempo, ignoramos e invisibilizamos para el resto del país este enfrentamiento en defensa de la soberanía nacional. En el Ministerio de Educación Pública hemos rescatado desde los programas de estudio este episodio histórico para que nuestros compatriotas conmemoren esta gesta en la que rescatamos y salvaguardamos el Sur”.
En ese contexto, hasta el presidente de la República ha participado en una animada celebración de la “Batalla de Coto”, en el cantón de Corredores. Pero resulta que el 21 de febrero de 1921 no ocurrió batalla alguna en Pueblo Nuevo de Coto. En realidad, dos expediciones costarricenses fueron emboscadas el 27 de febrero y el 1.° de marzo de 1921.
Es mi mayor deseo que mi obra La guerra ignorada 1921: Coto-Almirante, publicada este año, contribuya a superar el olvido, la soledad y los diversos abusos de la historia de que ha sido objeto el “breve pero intenso episodio” de la historia costarricense que, por cierto, no se limitó solo al sur del país, sino que también se extendió a la vertiente atlántica de Costa Rica y Panamá, área que los corresponsales de guerra costarricenses denominaron como la “Campaña del Atlántico”.
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Juan Rafael Quesada Camacho es historiador.
