En mis siete años de carrera profesional en educación, he tenido experiencias en América y Europa. De ellas, la de Reggio Emilia es una de las que más me ha marcado, por su ejemplo de superación y esperanza puesta en la educación infantil.
Reggio Emilia es una ciudad italiana de 163.000 habitantes. La primera escuela infantil se inició gracias al trabajo de un grupo de mujeres de la posguerra, deseosas de un proyecto educativo para sus hijos que fuera más allá de la mera preparación para la escuela.
Tuvieron la oportunidad de trabajar con L. Malaguzzi y apostaron por brindar apoyo a la etapa educativa de 0 a 6 años. Desde sus inicios, estas escuelas fueron concebidas como espacios de vida para todos, un lugar cultural de práctica ética y política, encuentro, interacción, trabajo en grupo y diálogo.
Filosofía de vida. En abril, asistí a un curso en el Centro Internacional Loris Malaguzzi (en Reggio Emilia). A pesar de que muchos iban con el afán de recibir recetas mágicas de educación, Reggio Emilia no es una metodología por copiar, es una filosofía de vida, que implica formas concretas de interacción y participación entre personas en actividades de la vida cotidiana.
Durante la estancia, visitamos escuelas que se caracterizan, principalmente, por dos aspectos: transmitir de forma transparente lo que sucede en la escuela, y tener claro y afianzado el concepto de niño. En las escuelas se perciben niños que son participantes activos de una comunidad específica y, a la vez, son personas del mundo. Son espacios donde lo artístico y lo científico se entrelazan para captar la atención de los niños y aprender a partir de allí. Los docentes asumen una conciencia crítica de la propia práctica y no tienen miedo a exponerse a los otros.
Se hace explícito todo lo que no es visible y a la vez se es parte de un proyecto educativo común. La comunidad es una extensión de la escuela, utilizada como fuente de recursos humanos y físicos necesarios para el proceso de enseñanza y aprendizaje. De esta experiencia me interesa profundizar en el uso de la documentación como herramienta educativa.
“La documentación es la práctica de observar, anotar, interpretar y compartir los procesos y productos de aprendizaje a través de una variedad de medios para profundizar y ampliar el aprendizaje” (Rinaldi, 2001). La documentación debe ser reflexiva, además de descriptiva. Es una herramienta para que el docente pueda ejercer influencia educativa sobre el alumno porque al documentar se deben plasmar tanto las acciones de los niños, como la ayuda que ofrece la docente.
La documentación brinda pautas para ayudar a estos actores educativos y a la vez es una herramienta de comunicación. No se trata de documentar todo lo que sucede, sino aquellos momentos que se consideren relevantes para el desarrollo individual y del grupo. Esto ayuda a entender por qué se hacen las cosas y no solo recordar lo que se hace. La escuela es un lugar de investigación donde se reflexiona sobre la forma en que se aprende.
Quisiera resaltar el valor que le da esta comunidad al concepto de niño, y en consecuencia, de ser humano. Reggio Emilia nos invita a creer en niños competentes, interesados en investigar el mundo real, capaces de tomar decisiones y trabajar en colaboración.
Para lograrlo, se requiere un cambio de concepción de niño y de docente (de ser la persona que posee y transmite conocimiento, a una que guía el aprendizaje). Los estudiantes deben ser actores reales de su proceso de aprendizaje.