Los diamantes son eternos y, además, cantó, en 1971, Shirley Bassey para una película de James Bond, ellos nunca mienten. Es el mineral conocido de más alta dureza (resistencia a la rayadura) y su nombre en griego significa inalterable o invencible. ¿Por qué son muchísimo más caros los diamantes, cuyo importancia para el ser humano es relativamente baja, que el agua, sin la cual no existiría la vida tal y como la conocemos? Por su escasez; porque en el mercado el precio de una cosa no lo determina la utilidad (o satisfacción) total que a su consumidor aporte, sino la de la última unidad adquirida y, conforme a una famosa ley, lo escaso tiene mayor utilidad marginal que lo abundante. El agua aporta al ser humano gran utilidad total, pero la marginal es baja.
La citada regla de conducta implica que el beneficio que los consumidores obtienen del agua es enorme, pues por ella pagan poco y a cambio obtienen una satisfacción total muy elevada. Mas no vaya el AyA a tomar ventaja de esto y corra a solicitar a Aresep un aumento generalizado de tarifas del precioso líquido.
Valor relativo. Don Quijote de la Mancha no parece haberse dejado impresionar por la anterior explicación y no tuvo reparo en advertir a su fiel escudero Sancho que “en mucho más se ha de estimar un diente que un diamante”. Pero, hemos de reconocer, la regla que el mercado tiene para fijar los precios es también la que debe haber llevado a don Quijote a opinar como lo hizo, pues los dientes, sobre todo los que estuvieren en buen estado, en su tiempo fueron más escasos que los diamantes.
¿Y qué tal si los diamantes dejaran de ser escasos? Ese es un temor que acompaña a los joyeros y, especialmente, a los industriales que los extraen, trabajan y comercializan. Algunos hasta han adquirido minas de alto potencial, pero que del todo no explotan solo para no saturar el mercado. Eso hace que los diamantes, en particular los de altos quilates, que son los más escasos (los pedacitos de diamante abundan y por ello su valor es bajo) se coticen caro. Sin embargo, esto podría cambiar.
En efecto, desde hace mucho tiempo los científicos han sostenido que en Urano y Neptuno (cuyas masas son 15 y 17 las de la Tierra, respectivamente) las condiciones de presión en sus océanos y atmósferas son tales que es de esperar que en ellos abunden los diamantes, entre los cuales han de existir ejemplares de muchísimos más quilates que los que se observan en la Tierra. Y recién un equipo de investigadores del SLAC National Accelerator Laboratory de la Universidad de Stanford, en California, simuló, exitosamente, las intensas condiciones de temperatura y presión atmosférica de Urano y, tal como la teoría indicaba, obtuvo una lluvia de pequeños diamantes.
Origen. En nuestro planeta, los diamantes naturales se comenzaron a formar hace millones de años en condiciones de temperatura y de presión extremas, a profundidades que se estiman van desde 140 a 190 kilómetros en el manto terrestre.
También en la actualidad son producidos sintéticamente, simulando esas condiciones, como se hace con la zirconita, pero el producto resultante no tiene gracia.
Los naturales pueden ser traídos cerca de la superficie terrestre a través de erupciones volcánicas profundas y quién sabe si toda la actividad del Poás, Irazú, Turrialba y Arenal, que por ahora a muchos llena de ceniza y temor, algún día los llenará también de diamantes.
Sin embargo, sea que esto ocurra, o que los seres humanos se las agencien para con éxito enviar, en viaje de ida y regreso, complicados aparatos a recogerlos en Urano, lo cierto es que la más preciada gema, la que raya a todas y no se deja rayar por ninguna, la de más lindo color y lustre, podría comercializarse hasta en las ferias del agricultor, pues su precio se vendría por los suelos.
El autor es economista.