
Hace unos años, tuvimos un sueño. Nos lo imaginamos, nos ilusionamos y nos decidimos a hacerlo: crear una comunidad global, unida por la compasión y la vocación de cuidar.
Y nos pusimos a construir comunidades compasivas aquí en Costa Rica, empezando con organizaciones que compartían este sueño, Fundación Partir con Dignidad y Coopenae- Wink, y con las personas que habitan en ellas, y que, con ilusión y compromiso, decidieron construirlo.
Queríamos movilizar a la sociedad para tejer redes de cuidado alrededor de cada persona con enfermedad avanzada y en el final de sus días, para mejorar su calidad de vida.
Nos dedicamos a la enfermedad avanzada y al final de la vida porque la vida es hasta ese momento y morir es, probablemente, el momento de mayor sufrimiento que tenemos que enfrentar los seres humanos. Pero es también el momento que nos ayuda a desprendernos, a entregarnos, y que nos enseña que en la base de nuestros corazones está la manera de amar y de cuidar al otro.
Somos únicos y podemos vivir con intensidad y con calidad de vida hasta el último día de nuestra vida. Las personas no deberían morir en soledad, ni mal atendidas, ni con dolor o sufrimiento emocional. Y, con este proyecto, tenemos la oportunidad de cambiar la mirada hacia la muerte, porque es esta la que nos enseña de la vida.
Celebremos porque podemos decir que las comunidades compasivas son una realidad en Costa Rica. Ya son nueve ciudades compasivas, una provincia compasiva y una apuesta de país compasivo.
Mi reconocimiento a las entidades promotoras del proyecto, la Fundación Partir con Dignidad y Coopenae-Wink; a las municipalidades gestoras locales, al Ministerio de Salud, a la Universidad Santa Paula.
También mi agradecimiento a los más de los 50 agentes clave que fortalecen el proyecto en su alcance territorial. Gracias a quienes han trabajado, se han ilusionado y son parte de este proyecto.
Más de 4.000 personas han participado en acciones de sensibilización y formación en estos años, una treintena de acciones de proyección han permitido fortalecer esfuerzos cantonales, definir metas y líneas de trabajo para el desarrollo de acciones en las ciudades.
Con cada acción de sensibilización, hemos conseguido dar un mensaje: que cada persona es importante y que se puede aportar mucho en sus momentos de sufrimiento y vulnerabilidad. Cada acción realizada permanece para siempre en la memoria de quien la recibe, porque es un acto de bondad, de amor y de compasión. Y cambia la manera de entender la vida.
Gracias a la colaboración de los equipos de cuidados paliativos locales, los comités de intervención comunitaria de cada ciudad, agrupaciones comunitarias, voluntarios, promotores comunitarios y a los alumnos y profesores de la Universidad.
Juntos, han permitido que hoy ya sean alrededor de 70 familias las que se han beneficiado con los procesos de intervención comunitaria para crear redes de cuidados que permitan abordar las necesidades y preferencias de cada persona en esta situación de enfermedad.
En estos años, hemos aprendido que la comunidad está dispuesta a ayudar, que los cuidados son la verdadera expresión del amor, y que el éxito de este proyecto es hacerlo “en” la comunidad, “para” la comunidad y, sobre todo, “con” la comunidad.
Hemos aprendido a mirar, con la mirada compasiva, que es aquella que hace que el otro adquiera su dignidad cuando es mirado.
Las pequeñas cosas hechas con amor, en realidad, son las grandes cosas de la vida. Porque cuando se realiza un acompañamiento de verdad, honesto y compasivo a personas que están en el proceso de morir, eso recoloca todas las prioridades, nos hace cambiar la mirada, a lo que de verdad importa.
Estoy segura de que Costa Rica, sus ciudadanos, sus comunidades y su gente, seguirán construyendo un país compasivo. Porque Costa Rica ya lo es, y lo ha demostrado.
silvia.librada@newhealthfoundation.org
Silvia Librada es directora del Programa de Ciudades Compasivas, Fundación New Health.