
Por diversas razones, siempre he sido admirador del pueblo hebreo y sus diversas luchas a lo largo del tiempo para subsistir ante multitud de desafortunados eventos históricos, desde el tiempo de Jesús y el inicio del cristianismo.
La emoción de la película Ben-Hur pone de relieve su lucha contra los romanos, que llegaron a destruir el segundo templo, bajo el mando de Tito (siglo I d.C.), hijo del emperador Vespasiano. Todos los que hemos tenido oportunidad de visitar el Coliseo, en Roma, vimos, en la entrada hacia el Foro, el arco que evidencia el triunfo contra los sublevados judíos y se expone esculpido el candelabro de los siete brazos, junto al relato de esa victoria.
Más adelante, el coro de los esclavos de la ópera Nabuco nos emociona con el recuerdo del retorno del exilio en Babilonia y toda la fuerza musical de esa composición de Verdi. Pero, sin duda, han sido los relatos de los atropellos en el Holocausto en tiempos del nazismo en Europa, con sus campos de concentración y de trabajo forzado, o la crueldad de los campos de exterminio, lo que más nos conmueve.
Esto ha sido tema de muchas películas, pero lo que no olvidaré es la vivencia traumática de la existencia en guetos y, en especial, el recital ante mortem de la orquesta juvenil de “los internos” de Terezin, llevada al cine, y el triste y doloroso final de esta sobrecogedora pieza del Holocausto. Una excelente producción española, Las juderías en España, que vale la pena ver en YouTube para reconocer una parte de la historia a menudo desconocida, pero que habla de los merecimientos y logros de un pueblo que, por su fe religiosa, ha sido perseguido a lo largo de la historia.
Muchos han llegado a conocer al pueblo hebreo por sus luchas luego de la guerra de 1948, cuando, después del largo peregrinar de siglos, se llegó por fin al establecimiento del Estado de Israel.
En 1967, vino la agresión árabe en la llamada Guerra de los Seis Días; en 1973, la guerra del Yom Kipur, y en 1982, la invasión de Líbano para repeler agresores. ¿Y quién puede olvidar la fría y criminal muerte de atletas de Israel en las Olimpiadas de Mundiales en Múnich 72? No hay duda de quiénes son los permanentes agresores, fanáticos creyentes de una conocida consigna fundamentalista: echar los israelitas al mar.
Pero vamos al asunto reciente del frágil cese del fuego acordado entre las partes en guerra, luego de un doloroso conflicto bélico de dos años de duración. Sucedió que el 7 de octubre de 2023, un comando criminal de Hamás atacó en varios puntos del territorio israelí y no solo mató a personas indefensas, sino que capturó a un par de centenares de rehenes.
Como era de esperar, la respuesta del Ejército israelí fue, de inmediato, invadir Gaza y, con la fuerza de las armas, tratar de rescatar a sus nacionales y, a la vez, desarmar el brazo militar de Hamás, causante de la tragedia.
Para cualquiera en su sano juicio, está claro quiénes fueron los provocadores y, como en toda guerra, se devuelve el doble del golpe recibido, pero, a todas luces, “se les fue la mano” y el pueblo gazatí sufrió las consecuencias.
Afortunadamente, aunque tarde, vinieron las esperadas acciones de pacificación, a pesar de la renuencia de Hamás, que solicitaba intercambiar rehenes judíos por prisioneros criminales en cárceles de Israel. La oferta era sencilla, pero fue rechazada por ambas partes, sobre todo por Israel, porque el chantaje era intercambio de prisioneros por rehenes, lo cual sentaba un mal precedente desde el punto de vista de la seguridad del Estado judío.
Tristemente, ha sido el pueblo gazatí el que ha sufrido las dolorosas consecuencias de esta guerra, lo que ha elevado el clamor mundial. No hay duda: a Israel se le fue mano y esta repulsiva agresión es condenable.
Quiera el Dios de todos que en un momento cercano se alcance una paz duradera y que la Franja de Gaza adquiera categoría de Estado, con todos los deberes y derechos, como cualquier país.
Sin embargo, es casi seguro que, de constituirse el nuevo Estado palestino, aloje a otros grupos beligerantes agresores del pueblo judío, como en el pasado, y entonces, de nuevo, seré proisraelí y, como siempre, admirador del pueblo judío por sus muchos merecimientos; un registro histórico con más de 200 Premios Nobel en diversas disciplinas me da la razón.
¿Y ahora qué? La gran tarea es la reconstrucción de Gaza y dar a ese pueblo palestino una paz duradera con prosperidad real. Para ello, traigo al presente este recuerdo: al final del largo periodo de gobierno de la primera ministra alemana Angela Merkel, esta logró que se aprobara la llegada de poco más de un millón de musulmanes que huían de la guerra en Oriente Medio.
Pues bien, los archimillonarios países árabes vecinos del golfo Pérsico bien podrían recibir ahora a una apreciable cantidad de migrantes de Gaza, con la facilidad de incorporación social por su lengua y cultura.
Esto resolvería el caso de una superpoblada región devastada por la guerra. Pero, más importante aún, esos países con grandes recursos (Catar, Emiratos Árabes, Kuwait, Bahréin y Arabia Saudita) podrían meterse la mano a la billetera y hacer de la Franja de Gaza un moderno y próspero lugar que haga olvidar la destrucción actual.
Orlando Morales Matamoros es exministro de Ciencia y Tecnología y exvicedecano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica (UCR).