
El artículo del canciller publicado el 30 de julio en La Nación, titulado “Geopolítica de la confianza”, hace un recuento de los lazos históricos entre Costa Rica y Estados Unidos, y destaca su estabilidad, intensidad y afinidad política. No obstante, la reciente decisión de la administración Trump de imponer aranceles del 15% a productos costarricenses nos obliga a cuestionar esa visión exclusivamente diplomática y reconocer una realidad más compleja y desafiante para nuestra economía.
Los aranceles son una señal clara. Por más sólida que sea nuestra relación política con Washington, no estamos exentos de presiones económicas unilaterales que pueden poner en riesgo empleos, exportaciones y sectores productivos clave. Esta medida no solo representa un golpe a nuestras exportaciones, sino que también evidencia los límites de un modelo que ha confiado demasiado en el acceso preferencial a mercados sin invertir suficientemente en competitividad estructural.
El modelo agotado: señales de alarma. Costa Rica lleva décadas apostando por un modelo basado en apertura comercial, inversión extranjera directa y estabilidad democrática. Pero ese modelo, que alguna vez fue símbolo de modernización, muestra hoy signos de agotamiento. Nos enfrentamos a un entorno internacional más proteccionista, una infraestructura deteriorada, rigideces fiscales, cuellos de botella regulatorios y una brecha creciente entre la educación y las demandas del mercado laboral.
Hora de replantear nuestro desarrollo. La coyuntura exige mucho más que diplomacia. Necesitamos un nuevo contrato económico y social que ponga en el centro cinco pilares fundamentales:
1) Productividad. Invertir en tecnología, innovación, digitalización y formación continua para cerrar la brecha de eficiencia entre sectores.
2) Competitividad. Simplificar trámites, modernizar el Estado y reducir los costos de operar en el país.
3) Comercio e inversión. Diversificar mercados y atraer inversiones estratégicas en sectores verdes y digitales.
4) Infraestructura. Ejecutar grandes obras públicas con alianzas público-privadas, con visión de largo plazo.
5) Capital humano. Una reforma educativa profunda que alinee habilidades con empleabilidad y productividad.
Un consenso nacional antes de las urnas. Así como en los años 80 y 90, Costa Rica logró forjar acuerdos de país sobre apertura comercial, hoy urge un nuevo consenso para redefinir nuestro desarrollo productivo. Este desafío debe ser el centro del debate electoral del 2026. La campaña no puede reducirse a disputas ideológicas superficiales. Requiere liderazgo, visión y patriotismo.
El futuro de Costa Rica no debe depender de factores externos. Ha llegado el momento de que el país, con visión compartida y responsabilidad colectiva, asuma con decisión el liderazgo de su propio desarrollo.
Tomás Dueñas es exministro de Comercio Exterior y exembajador de Costa Rica en Washington y ante la Unión Europea.