
Ayer compré junto a mi esposa un cuarto de kilo de queso gouda, ese cubierto de una corteza natural parafinada de color rojo, importado de Holanda, delicioso, pero, a decir verdad, caro. Entonces, me puse a pensar que allá en la Feria de las Flores, esas que se celebraban en el Parque Nacional, los vendían libres de impuestos, así como en los viajes a la frontera con Panamá, donde por el precio pagado, comprábamos dos o tres bolas de un kilo. ¡Y aquella ilusión que daba adquirirlas!
Y por aquí empieza esta aventura de remembranzas y tiempos pasados, al volar la mente a la tajadita de queso sobre galleta de soda untada de mantequilla Dos Pinos y, en otras ocasiones, también de jalea de guayaba Tricopilia.
Extraño aquella crujiente, tostadita y deliciosa soda de Pozuelo, la que solo requería dos mordiscos para terminarla.
Al comprar las distintas marcas de sodas de hoy, todas son unas miniaturas y ya no tan crujientes; su tamaño se redujo a un bocado y su textura y sabor no se parecen al de aquellas que deleitaron nuestro paladar.
Y qué decir de las Tapitas, a peseta; los Milán, o el Jockey, ese chocolate grande, delicioso, que motivaba a ahorrar porque solo así podría comprarse. Si uno buscaba impresionar a la chavalita que le gustaba, nada como llevarle un Jockey.
Bueno, y los Guaritos, ¿los recuerdan? Con aquel envoltorio verde, de tamaño menor al dedo índice, pero cargaditos de Cacique. Qué delicia, yo los dejaba en la lengua un ratito para que se conjugaran bien el sabor del chocolate y el del guarito.
De verdad, el Gallito Industrial, de los señores Odio, nos enseñó a apreciar el buen sabor en cada uno de sus productos, siempre novedosos, como los Frutines y las Guayabitas, la pastilla Violeta y las Mentas, que nunca faltaban en nuestra bolsa, máxime con la picardía del coqueteo que vivíamos en nuestra época.
Y esto me lleva a recordar los productos de las pastelerías de antaño: cuñas relucientes de lustre de dos capas, con jalea en el centro, y de un tamaño que de verdad “llenaba”. También las orejas, los cachos de jalea y los prusianos, todo delicioso.
Lastimosamente, hoy el tamaño y calidad de las piezas ha decaído considerablemente. Qué lástima que, como consumidor, cada día se paga más y se recibe un producto más pequeño y de menos sabor y calidad.
Y por favor disculpen mi nostalgia. A nuestra edad, los adultos mayores tenemos derecho a revivir añoranzas que motivarán conversaciones agradables, llenas de júbilo e ilusión.
jpaganella@titan.co.cr