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Gracias, Dr. Jaime Cortés

No hay dolor más profundo en el corazón de una madre que ver quebrantada la salud de un hijo

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No hay dolor más profundo en el corazón de una madre que ver quebrantada la salud de un hijo. La angustia se intensifica aún más cuando los médicos que inicialmente lo atendieron en el sector privado no ofrecen un diagnóstico claro, pero utilizan su autoridad para presionar a tomar una decisión apresurada. Es una mezcla abrumadora de impotencia, dolor y una tormenta emocional que desafía hasta la fortaleza más inquebrantable.

Hace 18 años, viví una experiencia que, aunque angustiante, resalta la importancia de contar con médicos excepcionales que devuelven la esperanza. Mi hijo, que entonces tenía ocho años, sufrió una dolorosa infección en el sistema urinario. La situación desencadenó una serie de análisis y consultas médicas que, al principio, parecían interminables y desalentadoras.

Recurrimos al pediatra que lo había atendido desde su nacimiento en su consultorio privado. Nos enfrentamos a una serie de pruebas: análisis de sangre y orina, ultrasonidos, una ingrata y dolorosa cistografía, y una tomografía computarizada que, según el profesional, no arrojaban ninguna claridad sobre el padecimiento de mi hijo.

Los tratamientos recomendados por el pediatra y un cirujano que lo acompañaba eran alarmantes. Se nos sugirió una operación inmediata para tratar un problema cuya naturaleza era incierta. Mi miedo aumentó cuando describieron lo que podrían encontrar al “abrirlo”: desde divertículos, que el pediatra describió como el “mejor de los escenarios”, hasta tumores.

Como si fuera una oferta especial, también me propusieron realizar de una vez una apendicectomía preventiva, “por si acaso”. Para colmo de males, inmersa en un clima de pánico, en cuestión de minutos me presentaron al equipo financiero del hospital privado josefino para discutir un préstamo, si no tenía el dinero suficiente. Si firmaba, mi hijo quedaba internado de inmediato. Parecía más la venta de una casa o un auto.

Frente a este panorama devastador para una madre que no desea ver sufrir más a su hijo y, por tratarse de una emergencia, decidí buscar una segunda opinión en el Hospital Nacional de Niños (HNN). La decisión de trasladar a mi hijo fue, en ese momento, un acto de esperanza. Allí recibimos la atención primaria de una médica muy amable, de apellido Beauchamp, cuya empatía y profesionalismo dejaron una impresión duradera.

Sin embargo, el verdadero héroe de nuestra historia es el Dr. Jaime Cortés, a quien deseo agradecer profundamente. Su dedicación, profesionalismo y vocación fueron evidentes desde el primer momento. Demostró una sensibilidad y un compromiso inquebrantables hacia el bienestar de mi hijo. Junto con un equipo médico de primer nivel, revisó exhaustivamente todos los análisis que les proporcioné y le realizaron otros, hasta llegar a un diagnóstico preciso, muy alejado de los divertículos y los tumores. Gracias a su labor, no solo se resolvió el problema de salud de mi hijo, sino que también nos devolvió la tranquilidad.

Quiero expresar públicamente mi más sincero agradecimiento al Dr. Jaime Cortés Ojeda, no solo por su habilidad médica excepcional, sino también por su humanidad y dedicación. Su trabajo es un testimonio de que en el HNN cuentan con profesionales del más alto nivel, que trabajan con pasión y esmero para brindar lo mejor a sus pequeños pacientes.

Al reflexionar sobre esta experiencia, me siento en deuda con el Dr. Cortés y con los médicos del HNN que contribuyeron a la recuperación de mi hijo. Más que profesionales competentes, son verdaderos guardianes de la salud y héroes que representan esperanza y vida.

La autora es periodista.

Jaime Cortés, tercero de izquierda a derecha, fue parte del equipo a cargo de la separación de los siameses Samuel y Ezequiel Núñez Badilla en el 2018. En la foto también aparecen los médicos Juan Luis Segura, Olga Arguedas y Cinthya Mora.

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