Ante su escasez de resultados, esta administración se ha refugiado en una variedad de excusas. La principal es que la institucionalidad no sirve y hay que cambiarla por otra cosa, por algo desconocido, una aventura que algunos han llamado “tercera república”.
Esta excusa no es más que el reconocimiento de su propio fracaso. Administraciones anteriores pudieron, dentro de la institucionalidad, construir carreteras, acueductos, escuelas y otras obras, en una escala mucho mayor que el actual gobierno y, en el caso de los últimos dos, sin contar con mayoría en la Asamblea Legislativa. Administraciones anteriores lograron niveles de bienestar en áreas como la salud y la educación, reconocidos internacionalmente y que se han desmejorado en este gobierno. Se logró, trabajando dentro de la institucionalidad, un acceso universal al agua, a la electricidad, a las telecomunicaciones. Todo eso no ocurrió por arte de magia.
En esta administración se han disparado los homicidios y la criminalidad, en comparación con administraciones anteriores que contaban con las mismas herramientas que esta. Entonces, para avanzar y progresar, no es la institucionalidad lo que hay que transformar con un nivel de profundidad que requiera 38 diputados para cambiar la Constitución. Lo que hay que cambiar, para empezar, es a las personas integrantes de este inoperante gobierno.
Ciertamente, se requieren cambios legales para hacer más ágil el Estado, pero estos, más que un cambio en la Constitución, requieren de voluntad política para ponerse de acuerdo y reformar leyes como la Ley de Contratación Administrativa, para hacerla más ágil, por ejemplo. Se requiere dotar de mejores herramientas y de más personal calificado al Poder Judicial, en lugar de recortarle el presupuesto al OIJ. Se requiere mejorar la transparencia y rendición de cuentas de las instituciones públicas. Y todo eso se puede hacer dentro de los límites de la institucionalidad.
Pero lo principal es tener gente decente y capaz en los puestos de decisión, no gente que quiera favorecer sus negocios o los de sus amigos. Gente con la capacidad de tender puentes, en vez de insultar y perseguir a quienes les critican, pues la crítica en democracia es sana y necesaria.
Gente, además, con el conocimiento técnico necesario para liderar su campo de acción, y para comunicarse con personas fuera de este. Gente con visión de futuro, no gente que solo mira hacia el pasado para decir que todo estuvo mal hecho antes de ellos, sin ofrecer evidencias ni proponer soluciones. Gente que vea las oportunidades de bienestar social que brindan la ciencia y la tecnología, la bioeconomía, el transporte sostenible, la producción de forma colaborativa con la protección ambiental, y no que vea conflictos entre estas áreas.
Personas con esas características sabrán navegar por los caminos que marca la institucionalidad, para llevar a Costa Rica a buen puerto y alejarnos del abismo de odio y miedo, de ilegalidad y parálisis, al que nos ha acercado peligrosamente la actual administración.
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Luis Felipe Arauz es ingeniero agrónomo. Se desempeñó como ministro de Agricultura en la administración Solís Rivera (2014-2018).