
Tuve el honor de ser designado por la directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) como uno de los copresidentes de la sétima edición del reporte Perspectivas Globales del Medio Ambiente (Global Environment Outlook GEO-7), el informe insignia de esta organización, presentado recientemente en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA-7) en Nairobi.
El GEO-7 es considerado uno de los ejercicios científicos más rigurosos y colaborativos en materia ambiental a nivel mundial. Más de 280 especialistas de 82 países trabajaron durante tres años en la revisión, análisis y síntesis de literatura científica sobre el complejo vínculo entre la humanidad y la naturaleza. El resultado es un diagnóstico profundo y actualizado sobre el estado del planeta, acompañado de rutas de solución integradas y accionables, diseñadas para responder a las necesidades de los Estados miembros y de actores clave en todos los niveles.
Este informe no se limita a señalar los desafíos: propone caminos concretos para transitar hacia un futuro sostenible, equitativo y resiliente. Su mensaje es contundente: las crisis ambientales globales están deteriorando la salud del planeta y amenazando directamente el bienestar humano.
Una encrucijada histórica
La humanidad se encuentra en un punto crítico. Los sistemas naturales que sustentan la vida –clima, biodiversidad, aire, agua y tierra– están bajo una presión sin precedentes. Las crisis ambientales no son eventos aislados, sino amenazas interconectadas que se intensifican y aceleran. Sus impactos ya se sienten en nuestras sociedades, economías y ecosistemas, y si no se abordan con urgencia, redefinirán el futuro de la vida en la Tierra.
El GEO-7 advierte de que las temperaturas globales continúan aumentando debido a las emisiones de gases de efecto invernadero. A pesar de compromisos internacionales como el Acuerdo de París, la mayoría de los países no están cumpliendo sus metas. Los eventos climáticos extremos, el aumento del nivel del mar y el desplazamiento de zonas climáticas ya afectan vidas y medios de subsistencia.
La biodiversidad, desde los genes hasta los ecosistemas, se erosiona a un ritmo alarmante. La desaparición de especies y el colapso de hábitats comprometen la resiliencia de la naturaleza, amenazando la seguridad alimentaria, la salud y la regulación climática.
La contaminación del aire, el agua y el suelo sigue degradando los sistemas naturales. Aunque se han logrado avances en la gestión de residuos, la contaminación por plásticos y sustancias emergentes como microplásticos y fármacos aún carece de regulación global efectiva.
La expansión urbana, la agricultura intensiva y la minería están destruyendo bosques, humedales y suelos fértiles, afectando la producción de alimentos, los ciclos del agua y el almacenamiento de carbono.
Crisis interconectadas
Estas amenazas no actúan por separado. El cambio climático agrava la pérdida de biodiversidad, mientras que la contaminación debilita ecosistemas ya degradados. Juntas, afectan los cuatro sistemas naturales fundamentales: el aire, cuya contaminación contribuye a enfermedades respiratorias y al calentamiento global; el suelo, cuya degradación reduce la productividad agrícola y la capacidad de capturar carbono; los océanos, cuyo calentamiento y acidificación amenazan la vida marina y la pesca, y el agua dulce, cuya contaminación compromete el acceso a agua potable y al riego.
Las raíces de la degradación ambiental están profundamente incrustadas en nuestros sistemas económicos y sociales. El crecimiento poblacional, la urbanización, el desarrollo tecnológico y los patrones de consumo aceleran el estrés ambiental. La explotación insostenible de recursos –deforestación, minería, pesca intensiva– está llevando los ecosistemas al límite. Sin un cambio transformador en la forma en que producimos, consumimos y gobernamos, estas presiones seguirán acumulándose, dificultando cada vez más la recuperación ambiental.
Impactos humanos y sociales
El GEO-7 subraya que estas crisis no son solo ecológicas: son profundamente humanas. Documenta cómo afectan la salud física y mental, la economía, la seguridad alimentaria y energética, y la estabilidad política. Las comunidades más vulnerables son las más golpeadas, lo que profundiza las desigualdades sociales.
Estos impactos amenazan el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que buscan erradicar la pobreza, garantizar salud y educación, y proteger el planeta. Sin acción urgente, la degradación ambiental puede revertir avances históricos y poner en riesgo a las generaciones futuras.
El mensaje del GEO-7 es claro: las crisis ambientales no son problemas aislados, sino síntomas de un desequilibrio sistémico. Abordarlas requiere valentía, coordinación y compromiso. La salud del planeta y el bienestar humano son inseparables.
Un llamado desde Costa Rica y América Latina
Desde Costa Rica, desde América Latina y desde cada rincón del mundo, tenemos la responsabilidad de actuar. No solo como gobiernos o instituciones, sino como ciudadanía consciente, informada y movilizada.
El futuro aún puede ser sostenible, justo y resiliente. Pero depende de lo que hagamos hoy.
e.e.gutierrez.espeleta@gmail.com
Édgar E. Gutiérrez-Espeleta es exministro de Ambiente y Energía.