La migración altamente calificada es cada vez más común: buscamos nuevas oportunidades de educación, investigación y trabajo en otros países. Tradicionalmente se suele considerar que esta «fuga de cerebros» es perjudicial para Costa Rica. Sin embargo, en vez de fuga, puede verse como una oportunidad para que el país construya puentes hacia otros ecosistemas de innovación alrededor del mundo.
¿Pero cómo hacerlo? Hoy más que nunca, debemos de articular a nuestra diáspora de científicas y científicos costarricenses residentes en el extranjero, quienes se encuentran en alguna universidad, centro de investigación o empresa. La tecnología, la presencia de representaciones diplomáticas y los presupuestos para internacionalización son herramientas claves para esta misión.
El estudio y articulación de las diásporas es una de las ramas de la diplomacia científica, la cual promueve colaboraciones internacionales para avanzar la ciencia en beneficio de los países.
¿Y qué oportunidades le traería al país? Primero, es trascendental identificar coincidencias en las agendas de investigación de costarricenses dentro y fuera del país para potenciar colaboraciones fuertes con el mundo. Crear estas redes temáticas e interdisciplinarias puede dinamizar la producción científica en áreas estratégicas para el desarrollo del país.
Por otro lado, se deben de diseñar planes de retorno para la diáspora que promuevan su reinserción a nuestro ecosistema de innovación, sin desligarles por completo de los ecosistemas que les recibieron en el extranjero. Esto podría traducirse en más colaboraciones con los países receptores para las futuras generaciones.
También es una oportunidad para expandir las aulas de enseñanza fuera del territorio nacional. Se pueden crear programas de intercambio para estudiantes en laboratorios o centros donde haya un científico o una científica costarricense que pueda recibirles y así impulsar su carrera conectándoles con otras redes y oportunidades. Esta experiencia es clave para potenciar sus trayectorias profesionales.
Finalmente, se pueden crear colaboraciones entre la diáspora científica y tomadores de decisión a través de las misiones diplomáticas de Costa Rica por el mundo. Otros países han evidenciado el valor público de la ciencia cuando sus compatriotas en el extranjero aportaron soluciones a sus propios retos de desarrollo, aunque estuvieran a miles de kilómetros de distancia.
La pandemia de la covid-19 demostró que las distancias pueden acortarse. Por eso, en su bicentenario, Costa Rica debe de apostar por articular a su diáspora científica y tender estos puentes hacia ecosistemas de innovación por el mundo. Para el 2021, quiero soñar que «donde haya un o una costarricense, esté donde esté, también habrá un puente de oportunidades para el país».
La autora es especialista en diplomacia científica.