Los costarricenses hemos visto cómo a lo largo de los últimos 40 años el país ha cambiado aceleradamente. Los talentos, la capacidad de adaptarnos y una reputación notable de nuestro talento humano nos han permitido contar una historia de desarrollo y crecimiento económicos relevante.
Sin embargo, los retos del presente han llegado a nuestras puertas y algunos nos han tomado por sorpresa. Quienes hemos estado vinculados la generación de empleo y gestión del talento humano en los últimos años sabemos que se ha venido hablando en todos los espacios posibles (sectores gobierno, privado y sindical) de la urgente necesidad de remozar el enfoque de trabajo de las instancias nacionales que formulan la política nacional de empleo.
Como lo indica la OIT en su último informe sobre el trabajo a escala mundial, algunos de los desafíos que enfrentamos globalmente son los 190 millones de personas desempleadas, los 2.000 millones de personas que trabajan en la informalidad, el decrecimiento de los salarios, la brecha salarial entre hombres y mujeres (que afecta a estas con una tasa promedio del 20 % menos que los hombres), el ensanchamiento de la desigualdad y una brecha digital que impide oportunidades a las familias más vulnerables del globo.
Inmersos en el mundo. La situación de Costa Rica no es ajena a la realidad del mundo. Esa premisa debió ser la base para que el presidente de la República lanzara el Sistema Nacional de Empleo y girara instrucción a su gabinete para que este año entre en funcionamiento. Al contrario de las primeras reacciones de alguna gente, creo que este es un paso en la línea correcta.
En primer lugar, este Sistema Nacional de Empleo se centra en las personas, sus talentos y capacidades. Por lo tanto, la gente constituiría la prioridad de las políticas económicas, sociales y de la práctica empresarial. En otras palabras, todos ganamos. Si el sistema nacional de empleo logra empatar las necesidades reales de talento humano del sector privado (por medio de prospección) con la formación del talento humano en los distintos niveles formativos, la intermediación laboral será ejecutada con gran éxito. El resultado final sería crecimiento económico y en cuanto a la equidad, con lo cual se apoyaría no solo a los más vulnerables de hoy, sino también a las futuras generaciones.
El Sistema Nacional de Empleo puede convertirse en una gran alternativa para las personas a lo largo de los procesos de transición que enfrentarán para recapacitarse en las necesidades que el mercado laboral requiere y requerirá conforme avance la cuarta revolución industrial. Por ende, también estamos a las puertas de una modernización urgente del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) y sus procesos formativos. Finalmente esta institución podrá medir su impacto y podrá disfrutar de los insumos que le brinda el sector privado para cumplir con su razón de ser: dar oportunidades de formación para el empleo con las habilidades que el siglo XXI requiere.
En segundo lugar, el sistema nacional de empleo vincula al INA, al Ministerio de Trabajo, al Ministerio de Planificación, al Inamu y al IMAS como instancias que articulan sus esfuerzos para beneficiar integralmente a la sociedad. Coordinadamente, se puede lograr más y esto implica una transformación del aparato estatal. Al contrario de lo que algunos analistas han venido planteando, no estamos en un escenario de creación de burocracia, sino más bien en la gestión articulada del aparato estatal.
Por último, es satisfactorio saber que este esfuerzo está basado en la visión tripartita, en la cual empresas, gobierno y sindicatos convergen para crear una instancia de trabajo para facilitar la igualdad de género, aumento de la protección social y la revitalización del rol de los sindicatos en la política pública.
Estímulo. Ciertamente hay que dinamizar la economía. La dinamización depende de aprovechar las buenas prácticas que el Estado ha venido ejecutando, como la simplificación de trámites, liderada por el MEIC, la ventanilla única de comercio exterior y el reglamento para formalización de las pequeñas y medianas empresas con un sistema diferido.
Un proceso así viene a transformar la economía y la sociedad. En definitiva, estamos ante el origen de un modelo económico con capacidad de reinventarse a partir del propio talento de su gente. Es una oportunidad enorme que va a requerir que todos aportemos a la solución de la coyuntura que hoy enfrentamos.
El autor es internacionalista.