Sirva esta reflexión, no como respuesta a quienes no la merecen, sino como homenaje a los miles de seres humanos que sufren los efectos directos o indirectos de la pandemia de covid-19, enfermedad que sí existe, cobró ya cientos de miles de vidas alrededor del mundo, y sume en el hambre y la desolación a muchos más.
¿Cuál pandemia? La que mata a los seres queridos, no importa si es uno o son miles. La persona amada. Nuestro familiar, amigo, compañero o conocido. El que trabajaba o producía, el que dio mucho y era importante por su mera condición de ser humano. Quien era más que un número y no “solo treinta” (son más y serán muchos más). Un ser humano como usted o como yo. La vida no tiene precio; no puede medirse con números.
¿Cuál pandemia? La que ha dejado sin trabajo a cientos de personas sumidas en la desesperación por no contar con el sustento para sus familias ni poder satisfacer sus necesidades básicas. La que ha dejado a miles sin que comer, angustiados e impotentes.
¿Cuál pandemia? La que tiene al mundo entero postrado, detenido; a la economía, en picada. La que ha causado el cierre de miles de empresas, grandes y pequeñas, con todas las consecuencias sociales que eso implica.
¿Cuál pandemia? La que tiene al personal de Salud batallando día tras día, minuto a minuto, tratando de arrancar de las garras de la muerte a los pacientes. Luchando con todas las fuerzas contra este enemigo invisible y poderoso, arriesgando su propia vida y la de sus familiares.
Las horas en los hospitales pasan y se pierde la noción del tiempo. No existe nada más que un traje que aprisiona e impide respirar bien o movilizarse adecuadamente. Manos ensangrentadas por el jabón y el alcohol; heridas en la cara por las mascarillas.
Ante el paciente no hay cansancio, dolor o hambre, solo el deseo de salvarlo, de devolverlo a su familia y a su vida.
¿Cuál pandemia? La que da fuerzas y valor al personal de limpieza de los centros de salud y las municipalidades, quienes se juegan su vida para tratar de tener los edificios libres de posibles contagios.
¿Cuál pandemia? La que hace que los agricultores se levanten antes que el sol para que no nos falten alimentos en nuestras mesas, sin saber si van a vender sus productos.
¿Cuál pandemia? La que hizo que toda Costa Rica se uniera para construir en tiempo récord un hospital de primer nivel.
¿Cuál pandemia? La que tiene rostro de pobreza, la que destapó ante nuestros ojos la realidad de quienes viven en condiciones infrahumanas y tan cerca de nosotros, a quienes antes no veíamos.
¿Cuál pandemia? La que tiene rostro de xenofobia, porque no entendemos lo que significa tener que dejar nuestra tierra y familia para buscar seguridad y sustento. Explotados, mal pagados, sin garantías laborales. Los culpables aquí no son ellos, quienes como todo ser humano necesitan subsistir, pero están a merced de gobernantes egoístas y autoritarios, y patronos que los emplean de forma ilegal y en condiciones inhumanas.
¿Cuál pandemia? La que tiene a docentes alrededor de todo el país haciendo hasta lo imposible por preparar a sus estudiantes, enfrentando cientos de obstáculos y dificultades.
¿Cuál pandemia? La que hace que trabajadores de supermercados, policías, repartidores y muchos más pongan en riesgo su vida todos los días para dar un servicio a los demás.
¿Cuál pandemia? La que saca lo mejor del ser humano, su valentía, solidaridad y fuerzas, que no sabía que era capaz de tener.
En los momentos difíciles de la vida, emerge la esencia real del ser humano; vemos su fortaleza, su amor por los demás, su compromiso y entrega.
Pero también emerge el egoísmo y la ignorancia, y entonces nos transformamos en parte del problema y no de la solución. Es posible caer en la bajeza de destruir en lugar de construir; de criticar en lugar de trabajar juntos.
Gracias a los médicos Salas, Macaya y Ruiz, a Michael Soto y a todos los que están haciendo su mejor esfuerzo por guiar este barco. Lo expreso con respeto por su trabajo. Con el respeto que me inculcaron mis padres; el que se aprende en el hogar,que no viene de un título.
Gracias a cada uno de los habitantes de mi país que están trabajando de manera solidaria y proactiva para vencer la pandemia.
Quienes no sobresalen por sus logros o méritos creen poder hacerlo burlándose, criticando y mancillando a los que saben que son mejores que ellos, y así caen en el ridículo.
Tengo la firme convicción de que quienes buscamos superar esta situación de forma positiva y solidaria somos amplia mayoría. No debemos dejar a la minoría insignificante traerse abajo nuestro espíritu.
La autora es especialista en medicina interna.