La revolución tecnológica ha impulsado el desarrollo de miles de empresas a nivel global, pero también ha traído disrupciones significativas en las cadenas de valor y la productividad.
América Latina, aunque beneficiada por algunos avances, no ha capitalizado plenamente esta transformación. En las últimas tres décadas, la región se mantuvo en la periferia de la integración económica global, adoptó tecnologías más lentamente y no estuvo a la vanguardia en innovación. Factores como deuda, inflación e inestabilidad también han limitado su crecimiento.
Mientras la productividad global se multiplicó por seis en 25 años, en América Latina creció apenas de 37.000 a 43.000 dólares anuales por empleado. Un factor clave fue la baja inversión en capital. Por ejemplo, entre 1997 y 2020, el capital por hora trabajada en China se cuadruplicó, mientras que en América Latina creció menos del 30%.
La adopción de innovaciones como las fintech llegó tarde: en 2019, solo el 2% de los latinoamericanos usaban dinero móvil, ocho veces menos que en África. Sin embargo, el surgimiento de “unicornios” centrados en tecnología financiera y comercio electrónico muestra un cambio. Hoy, los líderes empresariales adoptan tecnología con mayor rapidez, y eso abre una ventana de oportunidad para escalar soluciones y cerrar brechas históricas.

Una de esas oportunidades es la inteligencia artificial generativa (GenAI), particularmente los agentes inteligentes. A diferencia de los chatbots tradicionales, estos agentes entienden objetivos, planifican acciones, colaboran y aprenden de la experiencia. Son colegas virtuales capaces de realizar tareas complejas como planificar viajes, redactar informes o modernizar sistemas tecnológicos.
En América Latina, ya se están explorando usos concretos. En banca, los agentes de GenAI pueden elaborar informes de riesgo crediticio en minutos. En empresas con sistemas legados, estos agentes analizan código antiguo y lo traducen a lenguajes modernos, con lo que reducen hasta en 50% el tiempo de modernización de software y generan ahorros cercanos al 40%. En telecomunicaciones, asisten en tiempo real a agentes de call centers y automatizan respuestas a consultas básicas, lo que mejora la experiencia del cliente.
Para adoptar con éxito esta tecnología, es necesario un enfoque estructurado. En Rewired: The McKinsey Guide to Outcompeting in the Age of Digital and AI, se proponen seis operaciones clave: trazar un mapa de educación digital avalado por el liderazgo, involucrar el talento, desarrollar un modelo operativo basado en datos, aplicar recursos tecnológicos constantemente, escalar la adopción del modelo y fortalecer habilidades digitales en toda la organización.
Además, es crucial entrenar a los agentes con instrucciones claras en lenguaje natural, sobre la base del conocimiento del negocio; preparar la infraestructura tecnológica, y establecer supervisión humana: los agentes de IA deben ser tratados como talento nuevo que requiere orientación y monitoreo. Implementar mecanismos de verificación (human-in-the-loop) permitirá revisar decisiones críticas, evitar sesgos y ajustar la autonomía de los agentes según el nivel de riesgo de cada tarea.
Es momento es ahora
La adopción de la IA ya está en marcha a nivel mundial. Una encuesta de McKinsey sobre el tema afirma que 72% de las empresas ya la usan. Por lo mismo, no sorprende que muchas organizaciones planeen incorporar agentes de GenAI a sus estrategias, dado su potencial para imprimir una nueva velocidad de acción en el trabajo.
Queda en manos de las compañías latinoamericanas subirse a esta ola. De hacerlo, los agentes de IA generativa pueden convertirse en aliados estratégicos para impulsar la productividad y el crecimiento regionales.
Tracy Francis es senior partner y managing partner América Latina de McKinsey & Company.
Francisco Ortega es senior partner y líder de la práctica digital para América Latina de McKinsey & Company.