
Todo parecía tranquilo esa mañana de julio: la agenda laboral, el panorama noticioso, hasta el clima prometía. Pero aquella placidez acabó de un porrazo cuando se activó lo que considero uno de los peores inventos del siglo XXI (cortesía de los señores Brian Acton y Jan Koum): un chat de WhatsApp.
A ver, no niego la utilidad de este aparentemente inofensivo medio de comunicación. ¿Cómo va uno a coordinar una reunión familiar, un viaje de trabajo, una salida con excompañeros de colegio, si no es a través de WhatsApp? ¿Cómo me voy a enterar de que ya llegó Julio con todos sus memes? ¿Cómo saber si la tía Paquita aterrizó sana y salva en Cancún? Y más importante aún, ¿cómo le envío mi ubicación al mensajero de la farmacia que anda perdido?
Sin embargo, hay algo casi tortuoso en ser parte del consabido chat de los vecinos del barrio o del condominio, donde nos bombardean a diario con decenas de mensajes. Es, a la vez, un universo paralelo y un microcosmos de la sociedad en la que vivimos, adornado con saludos de buenos días, avisos parroquiales y cientos de emojis.
El chat al que pertenezco (más por necesidad que por gusto) no fue la excepción aquella mañana. Hervía con comentarios que iban y venían. Todo porque, ante una propuesta en la que coincidía la mayoría de los vecinos miembros del chat, una persona se atrevió a disentir. Horror de horrores.
La propuesta no era descabellada; era diferente. Eso bastó para que varios de los participantes enojados empezaran a descalificarla utilizando, en su mayoría, falacias lógicas, es decir, argumentos que, aunque parecen válidos, no lo son por errores en el razonamiento.
Según nuestros amigos de Wikipedia, el estudio de las falacias se remonta por lo menos hasta el filósofo griego Aristóteles quien, en su obra Refutaciones sofísticas, identificó y clasificó 13 clases de falacias (seis que dependen del lenguaje y el resto que no). En el sitio web yourlogicalfallacyis.com se identifican varios tipos de falacias, las cuales siempre asoman su cabeza en el famoso chat. Estos son algunos ejemplos (cualquier coincidencia es totalmente fortuita):
1) Falacia Hombre de paja: Exagerar, tergiversar o falsear por completo el argumento de alguien para que sea más fácil atacarlo.
Vecina A: “Creo que, antes de aprobarla, deberíamos analizar con cuidado la propuesta X”.
Vecino B: “Usted lo que quiere es retrasar el proceso porque ya todos sabemos que no le importa el condominio”.
2) Falacia Blanco y negro: Presentar dos estados alternativos como las únicas posibilidades, cuando en realidad existen más.
Vecino A: “Me parece que deberíamos valorar otras alternativas de vigilancia”.
Vecino B: “No, vamos a elegir entre estas dos cotizaciones que les presentamos”.
3) Falacia Ad hominem: Atacar el carácter o los rasgos personales del oponente en un intento por socavar su argumento.
Vecino A: “Vecinos, no estoy de acuerdo con lo que ustedes proponen”.
Vecina B: “Mejor ni discutir con esta persona porque no tiene conciencia moral”.
4) Falacia Causa falsa: Presuponer que una relación real o percibida entre cosas significa que una es la causa de la otra.
Vecina A: “Hemos visto cómo ha aumentado la cantidad de heces de mascotas en el parque”.
Vecina B: “Es que hay escasez de bolsitas en el mercado”.
5) Falacia Apelar a la emoción: Manipular una respuesta emocional en lugar de un argumento válido o convincente.
Vecina A: “La vecina X está usando su casa como consultorio, cuando está prohibido en el reglamento del condominio”.
Vecino B: “Ay, pobrecita, dejémosla porque anda mal de plata y quiere llevar a sus hijos a la playa”.
Y así, muchas otras falacias lógicas se cuelan, no solo en los chats de WhatsApp, sino en las conversaciones con familiares o amigos, en el trabajo, en las redes sociales, y ni qué decir de los shows mediáticos de los miércoles o las discusiones que ocurren en el plenario legislativo.
Con miras al complejo panorama electoral que se avecina, no nos caería mal repasar estos y otros errores del razonamiento para intentar no caer en ellos o cometerlos uno mismo. Ojalá evitemos dejarnos llevar por las emociones de aquí a febrero de 2026 y, más bien, practicar el pensamiento crítico ante aquello que escuchamos o leemos, sobre todo en los chats del WhatsApp.
zunigaalejandra@gmail.com
Alejandra Zúñiga es periodista.