NUEVA DELI – Las actuales transiciones políticas en Extremo Oriente prometen marcar un momento de definiciones en la inquieta geopolítica de la región. Tras el ascenso en China de Xi Jinping, a quien el Ejército Popular de Liberación (EPL) considera uno de los suyos, parece que la próxima elección en Japón traerá un giro hacia la derecha, resultado que probablemente avivará las pasiones nacionalistas a ambos lados de la rivalidad sinojaponesa.
El previsible vuelco derechista de Japón se producirá más de tres años después de que los votantes dieran el poder al Partido Democrático de Japón, de tendencia izquierdista. En Corea del Sur, en cambio, es posible que el resultado de la elección programada para el 19 de diciembre (apenas tres días después de que los japoneses vayan a las urnas) sea un giro del país hacia la izquierda, después de casi cinco años de presidencia del derechista Lee Myung-bak, cuyo gobierno tuvo un efecto polarizador sobre la sociedad coreana.
Estos cambios políticos pueden agravar los desafíos a los que se enfrenta Extremo Oriente, entre ellos la necesidad de instituir un equilibrio de poder regional y desembarazarse del lastre de la historia que complica las relaciones entre diversos países, especialmente China, Japón y Corea del Sur. El auge del comercio en la región no bastó para silenciar o moderar estas disputas (territoriales y de otra clase); por el contrario, tensó la geopolítica regional y dio rienda suelta a una peligrosa escalada de provocaciones. La interdependencia económica no será suficiente para lograr la estabilidad regional, a menos que los Estados rivales realicen esfuerzos genuinos para componer sus relaciones políticas.
Los escándalos que salpican a asistentes de primer nivel de Lee (a quien su carrera como ejecutivo en la industria de la construcción le valió el mote de “bulldozer”) dejaron más complicada a la candidata del gobernante partido Saenuri, Park Geun-hye, y reflotaron las esperanzas de su rival de izquierda, Moon Jae-in, del Partido Democrático Unido. Park es hija de un expresidente, el general Park Chung-hee, quien tomó el poder con un golpe militar en 1961.
En esta campaña presidencial, uno de los temas claves ha sido la cuestión de ponerles freno a los poderosos chaebol (conglomerados empresariales familiares) de Corea del Sur; incluso Park es partidaria de endurecer el control de estos grupos, a pesar de que fue el régimen de su padre el que facilitó su creación, al darles una importante cuota de apoyo gubernamental.
Las nuevas tensiones. Pero, incluso si el próximo presidente resulta ser Moon, las nuevas tensiones que han surgido en la relación de Corea del Sur con Japón y que se deben a la reactualización de problemas históricos, tal vez no sean fáciles de resolver. Hace unos meses, Lee canceló a último minuto la firma prevista del “Acuerdo General sobre Seguridad de la Información Militar” con Japón, que habría dado inicio a la primera colaboración en cuestiones de inteligencia militar entre estos dos aliados de Estados Unidos. Lee también descartó un plan bilateral para alcanzar un “Acuerdo sobre Adquisición e Intercambio de Servicios” en cuestiones militares. Algunas semanas más tarde, en un acto de provocación, Lee visitó unos islotes controlados por Corea y en disputa con Japón, llamados “islas Dokdo” por los coreanos y “Takeshima” por los japoneses.
Entretanto, la larga sombra de China ha llegado hasta las elecciones parlamentarias en Japón. En estos últimos meses, Pekín ha iniciado una nueva guerra de desgaste con frecuentes envíos de barcos patrulla a las aguas que rodean las islas Senkaku, controladas por los japoneses y llamadas Diaoyu en China. Esta asertividad física fue a continuación de las protestas antijaponesas (a menudo violentas) que tuvieron lugar en China en septiembre. Al mismo tiempo, sigue en pie un boicot contra los productos japoneses, que ha provocado una abrupta caída de las exportaciones de Japón a China y aumenta el riesgo de una nueva recesión en el país nipón.
La actitud de China. Se esperaba que la victoria del PDJ en la elección de 2009 mejorara apreciablemente los vínculos entre Japón y China; después de todo, el PDJ llegó al poder con la promesa de equilibrar la dependencia de Japón respecto de Estados Unidos, apelando para ello a un estrechamiento de los lazos con la República Popular. Pero sus intentos de tender puentes hacia su vecino chocaron contra la creciente asertividad de China, lo que llevó a sucesivos Gobiernos del PDJ a reforzar los vínculos de defensa con Estados Unidos.
La actitud de China impulsó una reacción nacionalista en Japón, que sirvió para que políticos marginales de tendencias radicales, como Shintaro Ishihara, pasaran al centro de la escena. Puede ser que Japón esté declinando en lo económico, pero en lo político está en ascenso. De hecho, Albert del Rosario, ministro de relaciones exteriores de Filipinas (país que estuvo bajo ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial) ahora apoya decididamente el rearme de Japón, como forma de hacer contrapeso a China.
Pero el resurgir nacionalista en Japón no hace más que agitar el nacionalismo chino, creando un círculo vicioso del que ambos países tienen dificultades para escapar Shinzo Abe, del Partido Liberal Democrático y probable futuro primer ministro de Japón, prometió adoptar una actitud más firme en relación con las islas Senkaku y otras cuestiones en disputa con China. No solo eso, sino que el PLD ha hecho un llamamiento a que se revise el artículo 9 de la de Japón, impuesta por Estados Unidos, por la cual el país renuncia a la guerra.
El aumento del nacionalismo y el militarismo en el área plantea riesgos para la paz regional, de los que sirve como señal el ascenso en China de una nueva dinastía de “principitos”: hijos de héroes revolucionarios, con amplios contactos con el Ejército.
El verdadero ganador de la reciente designación de los siete miembros del Comité Permanente del Politburó de línea conservadora fue el EPL, cuya influencia en aumento ha sido sostén de la creciente asertividad de la política exterior china.
Relaciones militares. De hecho, lo que distingue a Xi de otros líderes civiles de China es su fuerte relación con el EPL. Mientras escalaba posiciones en el Partido Comunista, Xi forjó estrechos vínculos militares como reservista, asumió el mando de una guarnición provincial y actuó como ayudante de primer nivel de un ministro de Defensa. Su esposa, Peng Liyuan, también tiene conexiones con el ejército: fue miembro civil del cuerpo musical del Ejército y porta el rango honorífico de general.
En este contexto, el desafío principal al que se enfrentan las mayores economías de Extremo Oriente (especialmente Japón y Corea del Sur) es resolver los problemas históricos que les impiden planear un futuro más estable y próspero. Como dice el proverbio ruso, “quien se olvida del pasado pierde un ojo, pero quien se queda en el pasado pierde los dos”.
Brahma Chellaney, profesor de Estudios Estratégicos en el Centro de Investigación Política con sede en Nueva Deli, es autor de los libros Asian Juggernaut y Water: Asia’s New Battleground.