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Ese edificio espontáneo que llamamos amistad

Las rocas que íbamos a descubrir se habían depositado hace millones de años sobre ese barro fastidioso, que antes no molestaba a nadie porque yacía bajo el mar

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Subimos en un 4x4 hasta la cima del cerro Panamá, cerca de Nicoya. El trayecto no fue largo, pero sí pedregoso y resbaladizo. Sobre la ruta había una de esas arcillas que se pegan implacablemente a la suela de los zapatos y que se sueltan poco a poco, dejando regueros por toda la casa. Las rocas que íbamos a descubrir se habían depositado hace millones de años sobre ese barro fastidioso, que antes no molestaba a nadie porque yacía bajo el mar.








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