
En La Nación del martes 30 de setiembre, don Rodrigo Cubero esgrimió una serie de cuestionamientos al Proyecto de Ley 23.908, sobre estafas bancarias. Los proponentes de la ley, con todo gusto y respeto, procedemos a responderle.
Don Rodrigo, empecemos con aquello en lo que estamos de acuerdo: es cierto lo que usted expresa de que las estafas y los hurtos informáticos han venido en aumento, hecho del cual podemos dar fe en carne propia, puesto que los miembros del Movimiento Gente Estafada en los Bancos en Costa Rica, día a día recibimos nuevos integrantes que llegan con su vida destrozada, por haber sufrido no solo el daño que las estafas conllevan, sino también la desidia y los malos tratos por parte de las entidades financieras.
Somos los proponentes de esa ley, la cual no es resultado de la improvisación. Pulirla y actualizarla ha llevado varios años; labor en que se ha contado con la guía de experimentados juristas, el acompañamiento de la Defensoría de los Habitantes, y el apoyo de las tres fracciones legislativas que nos brindaron su firma al presentarla y ahora, en este significativo paso.
Como usted plantea que cualquier texto sustitutivo, ya en la Comisión Plena asignada, debe cumplir con una serie de requisitos para salvaguarda del sistema financiero, le tengo una buena noticia: este texto sí los tiene, porque aprovechamos los argumentos reiterados por quienes se oponen al proyecto, desde cuando lo calificaban de superficial hasta cuando, en un cambio repentino, pasaron a decir que sí lo apoyarían, pero argumentando un equilibrio que deja a las víctimas en indefensión. Le menciono los detalles de lo incluido.
La responsabilidad objetiva, que tanto temor les causa a los entes financieros, es la misma que le cabe a la empresa remesera que transporta los valores de un banco, si por asalto pierde lo que lleva en custodia. Deberá responder ante el banco, sin importar si argumenta que hubo información filtrada desde el banco o que alguien los traicionó desde adentro. Sencillamente, debe responder, porque es su negocio custodiar esos dineros; lucra con eso, pero enfrenta riesgos inminentes.
Por eso, dichas empresas se protegen con seguros muy fuertes. Lo mismo le sucede al estacionamiento privado cuando un vehículo resulta dañado en su espacio comercial. Responsabilidad es responsabilidad.
Ciertamente, la llamada “ingeniería social” todos los días encuentra cómo desarrollar nuevas formas de engaño. Lo interesante es que no solo obtiene información de los clientes que convertirá en sus víctimas, sino que, al parecer, logra hacer dentro de los bancos movimientos que ni el mismo dueño de la cuenta puede realizar. Aparentemente, se lleva dineros de los llamados “sobres” en un banco, o “cuenta naranja” en otro; se extralimita al hacer giros por sumas ilógicas según el historial del cliente, abre varias cuentas favoritas en cuestión de minutos y a estas gira cuantiosas sumas. En fin, hace y deshace dentro de los sistemas bancarios.
Eso sí, hay que reconocer que no en todos los bancos sucede igual (porcentualmente hablando), porque algunos cuentan con sistemas de seguridad cibernética mucho más robustos. ¿Quién puede enfrentar esto mejor: las entidades financieras o las víctimas?
En resumen, no proponemos una responsabilidad objetiva sin limitaciones; sí contemplamos castigo severo para el autofraude; nos gusta el concepto de “culpa grave”, pero para aplicárselo a los bancos, y no nos referimos a lo que pasó en Chile, porque como usted dice, allá actualizaron la ley y nosotros consideramos eso de una vez en nuestro proyecto, que, repito, es el de las víctimas acumuladas que no incurrimos en dolo.
Nos enorgullecemos del listado de acciones que usted menciona que están realizando los bancos, porque sabemos que con nuestro movimiento y el citado proyecto, les dimos la motivación suficiente para que se dieran prisa en mejorar.
Puede estar seguro de que no quebrarán, como no lo han hecho ante el saqueo de bóvedas y de fondos de inversión, porque cuando realicen los primeros pagos a las víctimas, que llevan años de espera, van a invertir en ciberseguridad en serio y no en publicidad, culpando a las víctimas.
Carlos Alberto Monge Zúñiga integra el Movimiento Gente Estafada en los Bancos en Costa Rica.