
Querido Santa, ya no soy esa niña que se sentaba con inocencia a escribirte una carta y a enumerar una lista de regalos. Ya no tengo 6 años; ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te escribí.
Crecí un poco, bueno, bastante; mido poco más de 1,70 m. Mi cabello es más largo y hoy tengo 33 años. Estudié Comunicación, así que ya no juego con Barbies; ahora lo hago con cámaras de video y con este teclado que, entre otras cosas, me permite escribirte lo que quiero para esta Navidad. Hoy, con plena conciencia de lo que te pido y de lo que está en juego.
Habrás notado una tensión generalizada, poco usual, en estas épocas. Y no, no es porque la Sele se quedó fuera del Mundial. Fue triste, no te lo voy a negar. Sin embargo, esa tensión viene de un hecho más complejo, que no tiene que ver tampoco con lo mal que algunos cantamos los villancicos, porque este sigue siendo un país libre, donde es preferible lidiar con las notas desafinadas que con un gobierno que quiera bajarles el volumen.
Y es que justo ahí está la preocupación: ¿qué rumbo está tomando Costa Rica? Nos acercamos a unas nuevas elecciones y tendremos que decidir quién va a dirigir este barco que tan lejos nos ha llevado. Sin embargo, hay situaciones que, más allá de procurarnos una Nochebuena, nos están adelantando el próximo calvario.
Santa, quiero que vuelva a reinar el respeto en mi país: en las calles, en las discusiones políticas, en la forma en que nos hablamos entre ticos, incluso cuando no pensamos igual.
Quiero una o un presidente que conduzca este barco hacia una dirección clara, teniendo siempre como norte el bien común y no la popularidad del momento.
Quiero un o una líder que dialogue, que escuche antes de responder, que abrace las diferencias y las respete, incluso cuando no está de acuerdo con ellas. Quiero que los niños reciban la educación que merecen: una educación pública sólida, de calidad, que abra puertas y que les dé herramientas para pensar, cuestionar y construir un futuro mejor.
Quiero un o una líder para mi país que nos devuelva la paz y luche verdaderamente por recuperar la seguridad; un o una líder que elimine de su discurso las palabras de odio, esas palabras tóxicas que generan un ambiente nocivo y peligroso. Que guarde esas palabras que, aunque parezcan solo retórica, atentan contra nuestra democracia, nuestras libertades y nuestros deseos de vivir en una Costa Rica más equitativa, que pone a las personas en el centro y no los intereses de unos cuantos, que protege la vida, la libertad de prensa, la independencia de poderes y la posibilidad de soñar sin miedo.
Quiero un o una líder que verdaderamente represente a los más de 5 millones de habitantes que ocupamos un pedacito de este país. Un o una presidente que sea reflejo de progreso, dedicación, honestidad, trabajo, estrategia y planificación, que entienda que gobernar no es improvisar ni jugar con las emociones de la gente. Y, sobre todo, quiero un o una presidente, que como decía don Fernando Lara Bustamante, tenga mucha, muchísima vergüenza: vergüenza de mentir, vergüenza de fallarle a su pueblo, vergüenza de usar el poder para servirse y no para servir.
Este año, más que regalos bajo el árbol, lo que te pido es que, de alguna forma, nos ayudes a recordar que el verdadero milagro de Navidad, al menos en Costa Rica, puede empezar en las urnas.
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María Fernanda Quirós Hernández es periodista y especialista en mercadeo digital.