
Son muchos los factores que integran y definen un régimen democrático, sin los cuales este no puede existir ni sobrevivir: la separación de poderes; los contrapesos; el régimen de libertades, entre ellas la de expresión, las elecciones libres y limpias; la alternancia de poderes, los principios de su sistema de justicia, entre otros. ¿Qué sostiene hoy la democracia costarricense?
Nuestra democracia se encuentra asediada por un movimiento populista de corte autoritario, que ya no esconde ni disimula su proyecto de perpetuarse en el poder, ni su aversión a los controles y a la institucionalidad democráticos, ni sus amenazas a opositores, que incluyen hasta el destierro a quien tenga el atrevimiento de pensar diferente.
En este contexto, debemos cuestionarnos quién puede sostener nuestra democracia. Aunque se le denomina el “primer poder de la República”, por el rol fundamental que cumple al legislar, la Asamblea Legislativa no es hoy el valladar republicano que necesitamos.
Es un poder desprestigiado ante la ciudadanía, incapaz de acometer las grandes reformas que requiere el país y de ejercer efectivamente el control político que le compete; de lograr los acuerdos propios de las grandes democracias; donde el debate ha caído a paupérrimos niveles y se privilegian los insultos y las frases efectistas para redes sociales, por sobre la acción de fondo. Hoy por hoy, en lugar de frenarlo, más bien participa del progresivo deterioro democrático…
Descartamos, por razones obvias, al Poder Ejecutivo, que, bajo el liderazgo de Rodrigo Chaves, impulsa la deslegitimación de la institucionalidad democrática. Mediante una depurada estrategia de comunicación, ha logrado instalar en un sector de la población un peligroso discurso antisistema, una lógica confrontativa de “unos contra otros”, generadora de crispación social, que impide cualquier intento de debate lúcido, fundado en los hechos. Semejantes experimentos han terminado muy mal para la democracia en otros países.
¿Será entonces el Poder Judicial? Los populistas autoritarios atacan y desprestigian a los jueces, porque son ellos quienes imponen el respeto a la Constitución y a la ley. No es casualidad que el chavismo venezolano o el bukelismo salvadoreño hayan tomado primero el control de sus poderes judiciales, para consolidar después su dominio total sobre las instituciones de sus países.
Dichosamente, nuestro Poder Judicial resiste todavía. Mientras tengamos jueces y magistrados independientes y valientes, que prioricen la Constitución y la ley por encima de cualquier cosa, incluyendo cálculos personales; que resuelvan como corresponde en derecho a pesar de las amenazas, a pesar del retiro de visas, a pesar del vencimiento de sus nombramientos en los próximos cuatro años, habrá esperanza.
¿Quid de nuestro Tribunal Supremo de Elecciones? Gracias a él, hemos tenido elecciones limpias y libres por décadas y somos considerados una de las pocas democracias plenas del mundo. Su rol en el contexto electoral actual tiene mayor relevancia que nunca para la supervivencia de nuestro sistema político. Por eso mismo, es objeto de una sucia campaña de ataques y desprestigio, que todo demócrata debe denunciar con firmeza. Dejo aquí testimonio público de mi respaldo y admiración para todas las personas que, desde el TSE, garantizan el derecho al sufragio.
Sin embargo, no es ninguna institución la que tiene el destino de nuestra democracia en sus manos. El último y más importante bastión democrático somos todos nosotros, electores, quienes, a fin de cuentas, definiremos qué sucederá con nuestro país, con los principios y valores democráticos que lo identifican y que han hecho de Costa Rica una excepción destacable en el convulso contexto latinoamericano.
Si, en palabras de Abraham Lincoln, la democracia es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, debe ser también ese mismo pueblo el que la sostenga con su voto, desterrando el populismo que hoy nos acecha y amenaza. ¡Vayamos, pues, a votar!
rodolfo@brenesvargas.com
Rodolfo Brenes Vargas es abogado.