
No pretendo ser crítico de cine ni mucho menos. Sin embargo, luego de ver hace poco la película Wicked, es inevitable leer entre sus líneas el fuerte trasfondo político muy bien logrado en la narrativa.
Con una excelente actuación de sus personajes, el musical hace una muy acertada lectura de la situación mundial actual y, por desgracia, también de la nuestra.
El gobernante y referente de Oz, el mago, carente de las competencias para ocupar el puesto que ostenta, hace uso de artimañas y de personas para mantener a una población incauta, entretenida y asustada a la vez.
Apoyado en su infaltable hechicera, orquesta una serie de historias inventadas para callar a quienes pueden descubrir su ineptitud, oprimir a los que piensan diferente y expulsar a los grupos que lo incomodan.
Al mejor estilo de los más conocidos dictadores, inicia por atacar a la academia como una forma de limitar el conocimiento y la ilustración, y convierte a sus miembros en su chivo expiatorio. Se hace, además, del control de la divulgación de la información (la prensa), y bombardea a la población con una campaña de miedo y odio hacia el personaje sobre el que recaen todas las culpas y condenas, la Bruja Malvada del Oeste (la oligarquía, todos los que piensan diferente, la “prensa canalla”... la lista es larga).
Al verse acorralado por la eminente llegada del término de su mandato, echa mano de un personaje bonachón pero sin carácter, Glinda (candidata a sucesor), que usa para mantener a los demás ocupados y sin ponerle atención a lo que en realidad es importante, la polarización entre los habitantes y la pérdida de libertades.
Ofrece puestos y poder a quienes puede manipular para que sean ellos los que decreten las injusticias y cometan las atrocidades, poniéndolos en una posición de unirse o dejar de existir.
En un abrir y cerrar de ojos, los habitantes de Oz se percatan de cómo han perdido todo aquello que daban por sentado y que convertía su país en el lugar perfecto para vivir. Cómo quien les ha prometido velar por ellos no es capaz de solucionar los problemas que los aquejan, ni de defenderlos.
No seamos Oz; usemos nuestro poder de decisión para derrocar la tiranía de la ignorancia, para acabar con las campañas de odio y separación. Usemos nuestro voto como libro de hechizos para vencer a quien nos promete un país encantado que no existe, o que solo existirá si nos unimos y trabajamos juntos.
Seamos como Elphaba. Seamos valientes y enfrentemos al tirano con la verdad que lo desnuda, lo expone tal cual es y deja en evidencia sus más oscuras intenciones. Convirtámonos en la Bruja Malvada que ocupa Costa Rica y salgamos a votar por nuestro futuro y el de nuestros hijos.
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Gerson Alvarado es ingeniero consultor.