En los últimos días, los impulsores del oficialismo han vuelto a promocionar la idea de un “movimiento rodriguista”, bajo la bandera del Partido Pueblo Soberano (PPSO). Lo presentan como parte de una gran coalición nacional, pero la pregunta sigue siendo inevitable: ¿cuál movimiento? ¿Dónde están sus ideas? ¿Dónde está su equipo? ¿Sus resultados?
La verdad es clara: el rodriguismo no existe. No es una ideología ni una propuesta de país. Es una construcción artificial, diseñada para sostener electoralmente a una figura personalista, sin equipo, sin principios y sin compromiso institucional. Es una estrategia, no una visión. Es propaganda, no política.
Hoy, cuatro partidos intentan agruparse en torno a esa figura. ¿Es una coalición? No. Es una alianza vacía, sin visión común, sin valores compartidos, unida únicamente por el deseo de perpetuar un proyecto de poder que ya fracasó desde el gobierno.
Mientras tanto, el país enfrenta hospitales colapsados, recortes a la educación, una Caja en crisis, aumento de la pobreza y abandono de las regiones fuera del Valle Central. Y, en lugar de gobernar, en lugar de resolver, el oficialismo juega con logos nuevos, como si de marcas comerciales se tratara. No están construyendo nada: están reciclando un fracaso.
El discurso del “rodriguismo” intenta presentarse como disruptivo, pero en realidad es profundamente conservador: conserva el abandono, conserva la improvisación y conserva el conflicto como forma de gobierno. No hay proyecto de país. Hay un proyecto de poder. Y ese proyecto le ha costado caro a Costa Rica.
La juventud no necesita mesías ni marketing político. Necesita espacios reales de participación, acceso a la educación superior, oportunidades laborales y un Estado que responda con visión y planificación. Ninguna de esas soluciones saldrá de una coalición sin contenido ni rumbo.
Costa Rica no necesita más sellos ni franquicias políticas, sino ideas claras, instituciones fuertes, compromiso democrático y responsabilidad real. Necesita propuestas para la educación, para la salud, para la juventud, para los territorios olvidados. Lo que no necesita es más populismo reempaquetado.
El rodriguismo no existe. Y el país ya pagó muy caro por haber creído que sí. Es hora de despertar y exigir altura, verdad y visión.
Hoy más que nunca, el país demanda de sus liderazgos políticos una discusión de fondo sobre el modelo de desarrollo, la sostenibilidad del Estado y el bienestar social. No se puede gobernar a punta de enemigos ficticios y ruedas de prensa.
Las próximas elecciones no pueden ser una revancha entre caudillos, sino una oportunidad para poner a Costa Rica de primero.
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Yermari Flores Valle es estudiante y líder juvenil.
