Los últimos meses han abundado en noticias relacionadas con el papado: primero, trascendió el fallecimiento del papa Francisco, el 21 de abril anterior, y en mayo los medios informaron ampliamente sobre la elección del nuevo pontífice, León XIV.
Por eso, el momento es propicio para repasar el vínculo histórico entre Costa Rica y la autoridad papal, establecida en los antiguos Estados Pontificios (756–1870), la ciudad de Roma (1870-1929) y el Estado de la Ciudad del Vaticano (1929-presente). Y el vínculo entre ambos no es menor ni anecdótico.
Desde el descubrimiento del Nuevo Mundo en 1492, la Corona de Castilla –financiadora de dicha expedición– procuró legitimar su dominio sobre los nuevos territorios a través de los Estados Pontificios, pues imperaba la idea de que el Papa poseía la potestad moral y universal para ello debido a su autoridad superior jerárquica en el catolicismo.
Fue así como, en 1493, el papa Alejandro VI otorgó a Castilla el reconocimiento sobre dichas tierras mediante las bulas Inter caetera y Eximiae devotionis (mayo), una segunda Inter caetera (mayo) y Dudum siquidem (setiembre).
En 1513, mediante la bula Pastoralis officii debitum, el papa León X creó la diócesis de Santa María la Antigua (hoy Panamá), primera jurisdicción eclesiástica no insular del continente americano. Esta diócesis abarcaba también el territorio que posteriormente sería Costa Rica.
Posteriormente, el papa Clemente VII fundó en 1531 la diócesis de León (Nicaragua), lo que fue confirmado por la bula Aequum reputamus del papa Paulo III en 1534. Costa Rica, sin embargo, permaneció bajo jurisdicción panameña hasta 1545, cuando se dispuso que la entonces provincia de la Nueva Cartago y Costa Rica (fundada en 1540) pasara a formar parte de la diócesis de León. Esta situación se mantuvo durante toda la época colonial hasta la Independencia, en 1821.
No fue sino hasta 1850 cuando el papa Pío IX erigió la diócesis de Costa Rica mediante la bula Christianae Religionis Auctor, nombrando al presbítero Anselmo Llorente y Lafuente como su primer obispo (1851).
Ese mismo pontífice firmó en 1852, con el presidente Juan Rafael Mora Porras, el Concordato Lorenzana-Antonelli, primer tratado diplomático entre la Santa Sede y un país americano. Además, en 1853, mediante la bula Cum Romani Pontifices, Pío IX otorgó el título de pontificia a la Universidad de Santo Tomás, y en 1854 concedió al presidente Mora la Gran Cruz de la Orden de San Gregorio Magno.
En 1880, el papa León XIII nombró a Bernardo Augusto Thiel como segundo obispo de Costa Rica. Inspirado por la encíclica Rerum Novarum (1891), Thiel publicó en 1893 la carta pastoral “Sobre el Justo Salario”, considerado el primer antecedente de la Doctrina Social de la Iglesia en nuestro país.
En 1921, mediante la bula Praedecessorum, el papa Benedicto XV creó la Doctrina Social de la Iglesia y el Arzobispado de San José, siendo elegido el presbítero Rafael Otón Castro Jiménez como su primer arzobispo. Más adelante, en 1932, el papa Pío XI nombró a monseñor Carlo Chiarlo como primer nuncio apostólico en Costa Rica, es decir, embajador del Vaticano ante el gobierno costarricense.
Durante el papado de Pío XII, fue designado como segundo arzobispo de San José el presbítero Víctor Manuel Sanabria (1940). Bajo su liderazgo y el del presidente Rafael Ángel Calderón Guardia, Costa Rica dio inicio al Estado social de derecho. Este mismo pontífice condecoró a Calderón con la Gran Cruz de la Orden Piana (1944), y durante su papado, Costa Rica nombró a Giulio Pacelli como su primer embajador ante la Santa Sede.
Un hito histórico fue la visita del papa Juan Pablo II a Costa Rica en 1983, la única realizada por un pontífice a nuestro país. En el año 2000, dicho papa presenció la develación de una estatua de San Marcelino Champagnat en la basílica de San Pedro, esculpida por el costarricense Jorge Jiménez Deredia, primer latinoamericano en realizar una obra de tal relevancia para el Vaticano.
Más recientemente, en 2014, el papa Francisco autorizó la colocación de una imagen de la Virgen de los Ángeles en la iglesia de Santa Ana, en el Vaticano. Además, canonizó a San Juan Pablo II tras verificarse un milagro atribuido a su intercesión a favor de la costarricense Floribeth Mora. En 2024, se confirmó otro milagro ocurrido en Costa Rica: el de la joven Valeria Valverde, lo cual permitirá la canonización del beato italiano Carlo Acutis en 2025.
Estos acontecimientos, sumados a referencias simbólicas como el distrito León XIII (cantón de Tibás) o el puente Juan Pablo II (la Uruca), reflejan el profundo y sostenido vínculo entre el papado y Costa Rica a lo largo de la historia, en aspectos tanto espirituales como diplomáticos, sociales y culturales.
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Tomás Federico Arias Castro es docente de la Cátedra de Historia del Derecho de la Universidad de Costa Rica.
