El niño homosexual está en guerra. No sabe todavía que es homosexual. Ni que está en guerra. También desconoce las causas de ambos hechos. Sin embargo, nació en guerra. Maldición, la de haber sido parido en territorio enemigo.
El niño judío sufre la estupidez del mundo y vuelve a casa y en su casa sus padres judíos le dicen “estúpido es el mundo, no vos”. Y le hablan de por qué esta noche no es como todas las noches y le cuentan de aquella vez que hubieron de salir corriendo y el pan no se levó.
Le dan una lista de valores y tradiciones y le dicen: “Vos estás parado acá”. Y sabrá, el niño judío, que no está solo.
El niño negro sufre la estupidez del mundo y vuelve a casa y en su casa sus padres negros le dicen “estúpido es el mundo, no vos”. Y le hablan de la cuna de la humanidad, de un barco, una guerra. Le dan una lista de valores y tradiciones y le dicen: “Vos estás parado acá”. Y sabrá que no está solo.
El niño homosexual sufre la estupidez del mundo y ni se le ocurre hablar con sus padres. Supone que se van a enojar. Él no sabe por qué, pero se van a enojar. Y para sus padres, lo peor, es creer que su hijo no es como ellos. Se enfrentará con algunas tonteras el niño homosexual. Será parte de una minoría con la cual las relaciones que han establecido las mayorías han sido, generalmente, de crueldad. Las mayorías heterosexuales se han creído, a lo largo de los siglos, moralmente superiores y por lo tanto, con derecho a decidir cómo tienen que vivir todos los demás. La homosexualidad –en realidad, todas las sexualidades no reproductivas – fueron pecado para las religiones, fueron enfermedad para la ciencia y fueron delito para el derecho y los Estados. El poder no nos ha querido nunca.El niño homosexual, solo por haber nacido homosexual, solo por haber sido parido en territorio enemigo, está en guerra con la religión, con la ciencia y con el Estado.
¿Cómo podría enfrentar un niño una lucha tan desigual? ¿Con qué armas? ¿Dónde está el adulto que lo escuche?
Con el tiempo, la ciencia que un día había decretado que la homosexualidad era una enfermedad, con la misma ligereza, decretó otro día que no lo era. No pidió perdón, pero por un decreto afirmó que éramos enfermos, y por otro, que ya no lo éramos.
Fue la primera de las tres fuerzas que reconoció el error. No, perdón no pidieron.
Osvaldo Bazán Escritor argentino, autor de Historia de la homosexualidad en Argentina.